Política

Feminismo parroquial

  • Me hierve el buche
  • Feminismo parroquial
  • Teresa Vilis

Siempre desconfié de las religiones. Cuando veo de cerca algunos feminismos duros y doctrinarios reconozco el mismo lenguaje rígido que tanto detesto: sermones y dogmas sobre cómo debemos vivir, qué está permitido hacer y sentir y qué no. Credenciales feministas otorgadas desde púlpitos académicos, mientras afuera, en la realidad cruda y apabullante, siguen muriendo mujeres a manos de machos violentos a los que nadie les hace nada.

Se habla mucho, quizá en exceso, sobre cómo debería ser y verse nuestra vida en estos tiempos. Claro que hay avances: ahora los hombres evitan parecer animales en celo, ya no se lanzan como fieras a gritar obscenidades, o al menos ya no lo hacen en público. Tenemos mujeres dirigiendo instituciones, incluso una presidenta en el país. Todo parece civilizado, educado, perfectamente correcto. Pero no es suficiente. Nada de eso ha impedido la extinción permanente de ELLAS.

Este sábado 8 de marzo volveremos a las calles, pancartas en mano, voces en alto, exigiendo justicia. Una justicia que nunca llega, aunque cada año nos prometan otra vez que llegará pronto. Las consignas, por más justas y necesarias que sean, no alcanzan. Las palabras bonitas, los discursos elaborados no frenan la violencia. No evitan que allá afuera, lejos del aula y de la teoría feminista, mujeres sigan padeciendo, atrapadas en vidas donde apenas les queda tiempo para sobrevivir.

Lo que cambió es sólo la apariencia. La violencia ahora es menos ruidosa pero más profunda, protegida por estructuras que saben esconder bien sus colmillos. Y aquí estamos, peleando entre nosotras, calificando qué tan feministas somos, repartiendo castigos y absoluciones desde una torre de marfil que nunca llegará a esas mujeres para las que la teoría feminista ni siquiera existe. Ser mujer no es lo peor que te puede pasar en este país: la pobreza, el color de piel, la marginación son violencias incluso más atroces. 

Al feminismo también le urgen la ternura y la compasión, esas que nos negamos entre nosotras mismas. Mientras no entendamos esto, mientras sigamos aferradas al discurso pulcro y a la pancarta bien escrita, continuaremos enterrando mujeres. Esta certeza, cada año, cada día, impregna el ambiente de rabia, impotencia y coraje. Hace cuestionar todo lo que aprendimos como si fueran rezos inútiles.

Por eso, aunque hoy no puedo imaginar otra forma de existir que no sea feminista, reconozco que algo estamos haciendo terriblemente mal si seguimos sumando cadáveres. Tanta teoría, tanta consigna, y tan poco resultado. Pensar en esto indigna, llena de furia, desesperanza y hace que inevitablemente me hierva… y también me duela, el buche.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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