Huellas. Las infancias que crecieron en un contexto de guerra y que les tocará la reconstrucción de comunidades, será con una resiliencia marcada por el trauma y el sufrimiento...
Pensar en el 2024, desde una mirada retrospectiva, necesariamente nos lleva a pensar en los múltiples procesos electorales que se vivieron en el mundo; más de 1,600 millones de personas [1] salieron a las urnas a elegir a sus mandatarios y algunos puestos legislativos. India celebró la elección más grande del año en el mes de abril, en el que según datos de Statista [2], cerca de 900 millones de personas se registraron para votar. En México escogimos a la primera presidenta, en un mundo donde sólo 28 países han sido liderados por una mujer en dicho puesto.
No obstante, y sin desestimar los desafiantes eventos de carácter nacional, es preciso remarcar que el cierre de año no fue menos apabullante. Para el inicio del mes de diciembre se anunció la caída del ahora ex mandatario sirio, Bashar al-Assad. Una noticia que sin duda evoca asombro y deja sin palabras, pues inmediatamente se piensa en el posible fin de una dolorosa guerra que lleva casi 14 años en curso, en la que hasta la fecha ha dejado un trágico saldo de 600 mil muertes, la mitad de ellos civiles, así como el desplazamiento de más de 6 millones de personas [3]. Guerra que además sigue siendo complicada comprender por la multiplicidad de actores que han intervenido a lo largo de los años, ya que Siria quedó fuertemente fragmentada en zonas cuyo control recae en diversos actores tanto nacionales como foráneos con intereses particulares, que los han llevado a enfrentarse entre sí mismos de manera hostil y directa, y que han contado asimismo con patrocinio exterior.
Ahora bien, ¿cuáles fueron los motivos que finalmente llevaron a la caída de Assad, qué implica y por qué es importante esta noticia? y a la postre, ¿cuál es el vacío que dejará en el oriente próximo? Para reflexionar brevemente en estas preguntas, valdría la pena mencionar que desde el estallido del capítulo sirio de la primavera árabe en el 2011, la guerra civil siria se convirtió en un campo de batalla entre grupos de resistencia, etnias, países con un enemigo común y aliados locales, que sólo lograron empañar el final de la contienda; terreno estratégico para los intereses de estos últimos en la ciudad de Damasco, que favorecieron en gran medida al partido de Assad. Intereses que han recibido patrocinio exterior para financiar la contienda a lo largo de los años, sin embargo, aliados de Assad como Irán, con los ojos puestos y las finanzas comprometidas en la guerra contra Israel, fue en gran medida un factor que coadyuvó a la derrota del dictador, doblegándolo ante los grupos rebeldes. No obstante, no podríamos subestimar que la caída del mandatario sirio fue en gran parte debido a la misma complejidad del conflicto, en el que se perdió el ímpetu y la euforia inicial por la falta de objetivos claros.
Por consiguiente, la noticia de la derrota de al-Assad vislumbra un posible final de una dolorosa guerra civil en la que la población ha soportado el mayor impacto. El dolor por ver ciudades y poblados enteros en las ruinas, será algo que los sirios cargarán por generaciones. Las infancias que crecieron en un contexto de guerra y que les tocará la reconstrucción de comunidades, será con una resiliencia marcada por el trauma y el sufrimiento. Por último, será relevante observar los vestigios que dejará la ausencia de al-Assad en el oriente próximo; aunque con sus aliados ahora distraídos, Siria no dejará de ser un punto geopolíticamente estratégico. Este 2025 con la resaca del ciclo de elecciones del año pasado, quizá sea una oportunidad de reconfiguración de intereses que favorezcan a la región, y posiblemente un momento de respiro para los ciudadanos sirios.
* Internacionalista por la Universidad Iberoamericana de León
Notas
1 International Idea, 2024, citado en: Colomina, 2024
2 Statista Research Department, 2024
3 CIDOB, 2024