Nunca he sido de las que proclaman su amor a franquicias, como lo es ya Star Wars y todos sus parientes de compañía y similares. Por eso cuando algo emociona a pesar de las expectativas de las fórmulas de siempre, por lo menos a quienes viven el entretenimiento como una, son producciones que agradeceremos por mucho, mucho tiempo.
Ya sé, el eterno debate de que si nos gusta porque es de un mexicano o que si no nos gusta por lo mismo. No me importa. Es verdad que el éxito de Diego Luna me hace feliz y pensándolo mucho es por estos dos motivos: lo he visto trabajar consecuentemente y con integridad desde que era niño. La otra, es que es una inspiración para cualquiera que en esta galaxia, al menos, no se ve seguido.
Ahora, una vez dicho eso, quiero decirles de la belleza de Andor sin un solo spoiler: es una historia que cabe perfectamente en el universo Star Wars, pero está construida con un cuidado tan detallado en los personajes, lugares, colores, iluminación y, sobre todo, en la trama, que hace que la mayoría de los personajes me importen desde el momento uno. Sé que pensaría lo mismo si no fuera Diego, pero qué delicia ver que la disciplina de un hombre que se forjó en nuestros escenarios podría llegar a semejantes niveles.
Si solo buscan espadas láser, criaturas raras y efectos especiales, tal vez tarden unos momentos en darse cuenta de que esos recursos, cuando son usados para impulsar la narrativa y no como muestrario de Industrial Light and Magic, se aprecian infinitamente más.
Me hace feliz que tengamos una alegría, particularmente esta semana. Celebro la serie y festejo que nos sabe un público inteligente que quiere una gran historia de origen, y aun así no deja a su fandom atrás.
Susana MoscatelTwitter: @susana.moscatel