Confieso que nunca pensé que sentiría un poco de pena por el vicepresidente de Estados Unidos, pero esta semana así fue. Y luego se me pasó, porque me ganaron las carcajadas en los días previos a los eventos en el Senado el pasado miércoles. Claramente estos no pudieron ser días fáciles para él; según una ley de 1887 el vicepresidente encabeza el comité del Senado que certifica los resultados de las elecciones de manera final y oficial.
Desde hace muchos días los especialistas debaten si esto le da el poder a este personaje de anular una elección que considere fraudulenta, y la respuesta es “depende a quién le preguntes… pero en realidad NO”. Trump, con su incontinencia verborreica, por supuesto que primero amenazó que “no quería tanto a Pence si no le cumplía sus deseos”. Donald ya no quiere a Mike. Sorpresa.
Aunque lo que sucedió fue muy grave, admito que en los últimos días reí tanto cuando vi que al menos a seis conductores y comediantes estadunidenses (los mejores: Jimmy Kimmel y Stephen Colbert) pusieron exactamente el mismo ejemplo para explicar esto: Pence tenía que ser como Warren Beatty en la ceremonia del Oscar: “El ganador es La La Land”, cuando en realidad siempre fue Moonlight. La cosa es tan absurda que podemos decir que Trump quería que Pence fuera como su Steve Harvey en Miss Universo hace cinco años, lo cual cierra de manera deliciosa este círculo de atrocidades, porque cuando Harvey se equivocó al nombrar a Miss Universo era el primer año que el concurso ya no era propiedad de Trump. Y acabó ganando quien había ganado. Por cierto , esta columna se escribió antes de los disturbios en el Senado de EU.
Twitter: @susana.moscatel
