Definitivamente son tiempos turbulentos en los sistemas judiciales de México y de Estados Unidos, pero eso nada tiene que ver con la incomodidad, la inquietud y el dolor que causa ver a un Sean Combs celebrar el veredicto al que un jurado llegó este miércoles por la mañana. Sí, hay dos cargos de culpable por temas de prostitución, pero qué es eso cuando enfrentaba crimen organizado y tráfico de personas.
Sobre todo, porque los cargos por los que fue exonerado eran los que podían dejarlo en la cárcel de por vida. Aunque por ahora debe permanecer encarcelado hasta la sentencia, es muy posible que salga libre pronto, por la “falta de gravedad” de sus culpas.
No hay sistemas perfectos. La parte acusadora tenía muchos testimonios y pruebas, pero por lo visto la defensa pudo “comprobar” que todos quienes participaron en sus orgías y fiestas llenas de drogas y aceite para bebé estaban ahí por su propia decisión.
Se habla de un consenso y se siente como que el sistema falló una vez más. Nos ha quedado claro, una y otra vez, que quienes son víctimas de abuso sexual pueden tardar años en tener la claridad y la posibilidad de reconocer lo que les pasó. Así que mensajes de texto mandados al día siguiente difícilmente deberían ser prueba de nada.
Pero el hecho concluyente es que se llevó a cabo el proceso, se siguieron las reglas y ahora este hombre está celebrando que “pronto estará en casa”.
¿Sirvió de algo todo esto? Quiero pensar que sí. Que el mensaje no es de impunidad sino una evidencia en detrimento de quien, desde el poder, quiera seguir abusando así. Es lo que hay. Es lo que nos queda.
