Las comedias románticas tienen el problema de ser consideradas placeres culposos por muchos o contenido “para mujeres” para muchos otros. Es un problema porque, aunque muchas de estas producciones sí pecan de seguir estrictamente formulas predecibles, hay veces que se van por otros caminos, innovan y se vuelven grandes referentes años y años después.
“¿Pueden los hombres y las mujeres ser solo amigos?”: Cuando Harry conoció a Sally. “¿Se puede encontrar el amor siendo exactamente quien soy?”: Bridget Jones. Y así muchos ejemplos del género que suele ser ninguneado a pesar de generar alegría e incluso buenas discusiones, cuando se hace bien.
Por eso, hoy celebro mucho lo que Netflix acaba de estrenar Nadie quiere esto. La serie protagonizada por Kristen Bell (The Good Place) y Adam Brody (The OC) es un dulce para tiempos difíciles. Retrata relaciones complicadas, como la de dos hermanas que hacen un pódcast sobre sus propias relaciones y la de un joven rabino (no ortodoxo, cabe mencionar) que se enamora de alguien que podría cambiar el curso de su vida.
El tono es ligero, y me parece muy interesante salirse un poco del molde sobre lo que es el amor, los planes, lo deseable y lo nuevo. Comprender, aunque sea en tono de comedia, que a veces los obstáculos sociales no vienen de un mal lugar; es una narrativa que se presta para la risa, la exageración (no tanta) y sobre todo la reflexión. ¿Dejamos de ser quienes somos si no tomamos el camino que nos dictaron desde pequeños? ¿Hay consecuencias reales de salir de tu circulo inmediato?
Nadie quiere esto toca todos estos temas con encanto y buen humor; creo que es un gran respiro en momentos donde la mayoría de lo que consumimos como entretenimiento pareciera venir de un lugar hostil o de confrontación sin construcción.
