En esta historia, el Diablo es el sistema legal o el padre de Britney Spears. Entre más escuchamos de la cantante, más impactante resulta que ya desde 2008 ella hubiese caído en un situación tal en la que el abogado que la asignó la corte (a quien renunciaron en los últimos días) le aconsejara que no se expresara sobre lo que le estaba pasando, mientras que el equipo de abogados de su padre, pagados con el dinero de Britney, por cierto, hicieron absolutamente todo para que el mundo creyera que la mujer estaba loca.
Ayer el gran triunfo de Spears fue que se le permitiera tener un abogado competente. Así de absurda era la situación y así de claro lo tenían los fans a quienes ignoramos por años. Esta historia, que estamos viviendo en tiempo real, es realmente una que nos obliga a reflexionar sobre la fama y lo que nosotros, como prensa y el mundo como consumidores, hacemos con ella. Y no es bueno.
La “locura” de Britney fue documentada por las mismas personas que la orillaron a ella, y si lo vemos bien, si la historia fuera contada por un Stephen King al perfecto estilo de Misery, realmente es una historia de terror. Veámoslo así: una mujer muy joven triunfa desde niña. La gente se aferra a su perfección y en cuanto muestra la menor cuarteadura atacan los leones, o los paparazzi que son aún más feroces. En el siguiente acto está su padre, todo tipo de medicinas psiquiátricas y una mujer que en el escenario vuelve a ser “perfecta”, pero que es controlada por años.
Sí, que Britney tenga hoy un abogado de verdad es un triunfo enorme para la heroína de este cuento de terror. Uno que no se ha acabado de contar.
Susana Moscatel
Twitter: @susana.moscatel