En la noche de sábado habita una duda sonámbula que nos obliga a salir. Caminando por Eje Central, todos los bares posibles, dos solitarios, tan fácil encontrarnos de esa forma, las noches más salvajes no se planean, suceden. No pasa desapercibido con su eterna sudadera verde. Lo conocí en una piquera de Garibaldi, aquellos años el Centro de la ciudad era un antro que jamás cerraba. ¿Nuestra zona favorita? los sitios del Eje, aunque República de Cuba jamás nos quedó mal para empezar la noche.
El Viena y El Oasis a principios de la década del año dos mil viven en nuestros recuerdos, salir cantando con una cerveza en la mano del El 69 o el Wawis, irnos de cualquier sitio hasta que nos echaban, nunca antes. Todo tiene su final, después llegaron a esa calle los ruidosos antros soft de fila y revisión en la puerta, la figura del cadenero al parecer jamás morirá, “esa no es mi escena”, me dijo ayer PJ mientras cenábamos sushi en su estudio, lo sabíamos desde aquellos años. Hurgar en todos lo sitios posibles hasta que nos pega la mañana en la cara. Olor a cuero y peligro, nos seduce el extremo, nuestra escena era/es todo Eje Central, el extinto bar El 33, ahí vogueamos muchas veces, los cuerpos hasta el piso y después arriba, las miradas, amores de media hora, el cuarto oscuro, sórdido, hermoso, adictos, todos adictos, a la noche, al sexo, la música, al amor, al alcohol, a cualquier suceso que nos mantenga en este camino en el que nos buscamos en los espejos sucios de los baños y luces neón.
Me detengo unos momentos en la esquina de República de Perú, nada de lo que vivimos existe ya, es aquí donde cruza mi corazón un recuerdo: mi amiga Coral Bonelli, pionera que impulsó el movimiento trans en México, esa es otra crónica que escribo desde el día que ella dejó Garibaldi. Ya no podremos bailar sudando y pegados a otros cuerpos, eufóricos. Su rostro de niño, la sonrisa que ha desarmado asesinos, de carácter genuino, PJ es dulce y no le falta fiereza, escarba la noche, llega a la cima, no teme al derrumbe, no teme a nadie, es más que un fotógrafo, es parte de la noche del Eje Central, es centrícola y garibaldiano, no creo que exista alguien que como él haya documentado más de una década las noches de este complejo río nocturno, así lo llama PJ, para él Eje Central es un río. Sin una voz escandalosa o adoctrinante ha sabido ganarse el cariño de toda la escena de la ciudad, cargando la maleta de alguna imitadora, riendo con Moss o con Leyenda Cubana, stripper digno de un show tipo Las Vegas, brindando con Lupita Rueda.
No me canso de recordarnos saliendo del Diamond, abordar un taxi hasta los límites de la ciudad en Neza rumbo a Spartacu’s para ver bailar a nuestro gogó favorito: Ernesto. Jorge Cruz, su fundador, ha dejado también el Planeta Tierra hace unas semanas. Tal vez PJ se molestará al leer que estoy revelando algunos secretos y nombres de una escena a la que muchas inventadas llegaron tarde. La noche de sábado es un viejo sueño.
*Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets)