Política

'Fuego Amigo: Pia Camil'

¿Qué sobrevive a un incendio con llamas de más de 36 metros de altura? La vida, el instante. El sol cae sobre Avenida Revolución & Altavista, subo al taxi que me aleja del Museo Carrillo Gil, inaugurado en 1974, Carmen Tejero y su esposo el coleccionista de arte: Gil Álvar Carrillo, tardaron 16 años para ver respirar a éste pedazo de roca fabulosa. Hasta el 14 de abril estará en él la retrospectiva más incendiaria que ha tenido, la obra de la alquimista Pia Camil, su proceso lo acompañó el curador Mauricio Marcin. Son más de 20 años representados de forma no-líneal, así es la existencia, los saltos entre pasado y presente son difusos e incomprensibles.

Recargar la cabeza en los taxis me provoca sentirme parte de nuestra enajenada urbe. Avanzamos lentamente, llego a la Central de Autobuses de Observatorio, sujeto mi backpack negra con fuerza, camino lo más rápido posible, casi sale el autobús a Valle de Bravo. La sala de espera de Autobuses Zinacantepec es cómoda y setentera. En mi cabeza suena “Fuego” con Armando Molina y la Máquina del Sonido, la versión original es de Arthur Brown, no deja de sonar en mi cabeza así que la pongo para escucharla en los audífonos mientras nos alejamos de la ciudad. Emocionante y aterrador el camino de curvas, son como pulsiones de muerte. Tardamos más en salir de CDMX que en llegar a la parada de la Cruz Roja en Valle.

Bajo del bus, recojo mi equipaje, volteó a la gasolinera de enfrente, dijo que ahí estaría esperándome. Está sonriendo, conduce hasta donde estoy. Conduce expertamente hasta Avándaro, en el camino planeamos visitar el lugar exacto en el que sucedió el festival. Nos sentamos en un lugar de Avenida del Carmen para tomar algo, huele a humo, a fuego, es la carne y salchichas a la parrilla de El Ruso, persona amable, su madre también. La abuela rusa, la otra parte de la familia es polaca. Decidimos llevar costillas y carne para cenar, compramos papas en un puestito callejero, haremos puré. La sobremesa en la cocina es interminable. Bebemos tazas de té de toronjil que ella misma cosecha, me cuenta cómo sobrevivió al incendio de su taller un buda que le regaló su padre, era verde, transmutó a blanco. También logró vivir El libro tibetano de la Vida y la Muerte, se lo leía a su padre, no sobrevivieron ni sus mesas de metal, ¿buscas una explicación lógica? No la vas a encontrar. Los bomberos no llegaron al taller en llamas, la que sí llegó fue su vecina…¿qué hago…qué hacemos, nos vamos?...la mujer respondió tranquilamente:  “nos quedamos, entre todos abriremos brecha”…Mateo, su amor, hombre valiente, vecinos, amigos de vecinos, más de 25 personas con picos, palas y mucho corazón abrieron la tierra, las llamas cedieron poco a poco. Tras la “pérdida” ella vivió como nunca. Con sus ojos de veedora me confirma que: la vida y la muerte nacen siamesas, nadie puede separarlas. Pia Camil tiene la sonrisa de alguien que “morirá” todas las veces necesarias para continuar creando. 


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Susana Iglesias
  • Susana Iglesias
  • Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets)
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