Vienen tiempos de campañas políticas, esos tiempos de los que algunos se sentían tan ajenos, dado el carácter institucional de sus funciones.
Sin embargo y como ya se vio, la política también afecta a los cuerpos de seguridad.
En primera instancia, en tiempos en donde la seguridad es una de las primeras demanda de la ciudadanía (casi a la par que la economía), a quienes forman parte de las instituciones de seguridad y justicia, será a quienes primero señalen los gobiernos de oposición en todos los niveles: son corruptos, ineficaces, inservibles, asesinos, omisos, incapaces, etcétera.
En mujeres y hombres que portan el uniforme (en razón de sus jefes políticos en turno), se centrarán las críticas y razón de todos los males, imaginados, inventados y desconocidos.
Un gran número de candidatas y candidatos, en su afán de conseguir el voto con argumentos simplones, propondrán “cambiar la estrategia de seguridad”, como si ésta fuera un tablero en el que cualquiera, sin importar su experiencia o preparación, pudiera cambiar el acomodo de las fichas “a ojo de buen cubero”, para obtener resultados mágicos. Otros tantos propondrán cambiar “a todos” (lo que sea que eso signifique) o incluso desaparecer a las corporaciones completas, incluso las municipales, olvidando que son instituciones del Estado mexicano que deben permanecer para su mejora, más allá de los tiempos y ocurrencias políticas.
Quienes desean ocupar una posición de decisión o poder olvidan, en su mayoría, que las y los policías también son ciudadanos que votan, que deben ser considerados y que también se sienten agraviados cuando se les señala con argumentos electorales, especialmente en los casos que hay pérdidas en razón del cumplimiento del servicio, ya sea de la propia vida personal o la vida misma de alguien cercano.
En mujeres y hombres que portan el uniforme, se centrarán las críticas y razón de los males
A las y los policías es a los últimos a quienes se les habla y se les considera, pero a los primeros a los que se les culpa. Pareciera que portar un uniforme les quita sus derechos políticos para ejercer el voto.
Difícilmente en las campañas escucharemos propuestas para mejorar su capacitación (y evitar hechos como los de Tulum), sus prestaciones sociales y herramientas para el desempeño.
Después de que acaben las campañas y los nuevos personajes ocupen los espacios, habrá nombramientos de mandos en seguridad que tengan la afinidad política y de confianza de quien tenga el poder decidir, sin importar su vocación, preparación o experiencia. Los nuevos secretarios o directores (principalmente hombres), a su vez nombrarán a otros mandos, que terminarán por desplazar cualquier posibilidad de que avance la carrera de quienes dejarán sentada en una esquina, una vez más, la ilusión de avanzar en su carrera y llegar algún día a ser cabezas de acuerdo a sus méritos, resultados y experiencia.
Terminará el trienio y el sexenio. Y esos políticos y mandos se irán. Llegarán otros más buscando el hilo negro de la seguridad y volveremos a empezar.
Y así las y los policías seguirán como rehenes de su vocación y de la política, como ciudadanos de segunda, con nulas propuestas para mejorar sus condiciones de vida y trabajo, a pesar lo vital de sus funciones para una vida en sociedad ordenada y en paz.
Sophia Huett