De enero a abril, el 4.25% de las llamadas recibidas al 911 fueron por violencia familiar, que se traduce en 222 mil casos. El 1.6% fueron por violencia contra la mujer, que son 87 mil casos, y 1.5% violencia de pareja, equivalentes a 80 mil incidentes o 500 casos diarios.
El 0.05% es por feminicidio, que se traduce en 311 homicidios de mujeres por su condición de género, que tuvieron lugar en 213 de los más de 2 mil 400 municipios del territorio mexicano.
Otras cifras de los primeros cuatro meses del año son: 34 mil mujeres víctimas de lesiones dolosas, 933 por homicidio doloso, 20 mil víctimas femeninas de lesiones dolosas, cinco mil 200 víctimas de lesiones culposas, y 6 mil 600 de violación.
De acuerdo a la ONU, la violencia contra las mujeres es la “pandemia en la sombra”. El organismo reflexiona que el COVID 19 no solo ha ocultado este tipo de violencia, sino que además la ha agravado, entre otras circunstancias por el confinamiento.
Aunque la violencia es también una pandemia, no se puede prevenir y erradicar a través de una vacuna, sino mediante una acción colectiva que aborde la prevención, el tratamiento y esquemas de seguimiento para evitar que aparezca de nuevo.
Al igual que el COVID, la violencia contra las mujeres y familiar, conoce fronteras, color de piel, religión o clase social, aunque también se intensifica en país de desarrollo medio y bajo.
Los esfuerzos internacionales realizados por distintos organismos, incluido el Banco Interamericano de Desarrollo, emiten recomendaciones muy puntuales para combatir la violencia de género.
En primer término, se establece la necesidad de un cambio de cultura, como una necesidad de generar nuevos modelos de masculinidades en donde no exista un sentimiento de superioridad, sino por el contrario, sin esquemas de poder compartido. De igual forma se establece la necesidad de eliminar creencias discriminatorias, estereotipos de género, la tolerancia social al abuso y la violencia, así como las estructuras sociales que replican la desigualdad y la discriminación.
El segundo punto establecido es la acción política, en donde exista un enfoque de responsabilidad compartida entre gobierno, sociedad civil y sectores especializados para lograr un cambio efectivo.
Finalmente, se considera como clave la prevención desde un enfoque integral, con respuestas efectivas de prevención, protección y persecución, con la participación de las distintas instancias de seguridad uy justicia. Es trabajar estructuras cuya tolerancia y funcionamiento ubiquen al abuso de poder como una práctica atípica y no la norma.
“La vacuna más eficiente para la pandemia de la violencia contra las mujeres, es el cambio de cultura para hacer frente al desequilibrio de poder y control”. _
Sophia Huett