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La Policía que queremos

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  • Sophia Huett

Le pido se tome un minuto y piense: ¿cómo quisiera que fueran las y los policías?

Indudablemente pensó en honestidad, capacidad, sensibilidad, profesionalismo, lealtad, valentía a toda prueba, probidad…

Esta es la respuesta común que he escuchado en diversos foros: quieren policías que no se corrompan, que actúen con apego a los valores y que no escatimen esfuerzos para apoyar a quien más lo necesita.

He de confesar que a la par, hay una pregunta que disfruto hacer de forma recurrente en estos foros: “¿A quién le gustaría que sus hijos o hijas fueran policías? Levante la mano”.

En la gran mayoría de las ocasiones mi ilusión es que se levante al menos una mano… insisto, al menos una.

Y hoy se lo pregunto a usted, apreciado lector: ¿estaría dispuesto a que alguien en su familia sea policía? De expresar su deseo de serlo, ¿apoyaría a ese integrante de la misma forma que si manifestara su deseo de dedicarse a alguna otra profesión?

Queremos policías que cuiden a nuestra familia como si fuera la suya, pero en realidad, no estamos dispuestos a que en nuestra familia haya un policía.

Ya sea porque pareciera un trabajo peligroso, una profesión poco digna o que se le mira pon encima del hombro, pocos estarían dispuestos a apoyar que sus hijos portaran un uniforme.

Intentarán convencer a ese joven que hay otras profesiones o formas de ganarse la vida, con tal de que no sea policía.

Y no se trata de que los padres decidan sobre el futuro profesional de sus hijos, sino el reflejo del apoyo que se encuentra en casa al momento de expresar su vocación.

Al preguntar a niñas y niños de los primeros años escolares qué quieren ser cuando crezcan, muchos de ellos dirán que quieren ser policías. Muestra de ello es el policía de León a quien incluso un grupo de niños le piden su autógrafo.

Cuando se hace el mismo cuestionamiento a estudiantes de secundaria, se obtienen respuestas totalmente distintas: prácticamente nadie quiere ser policía o aún si quiere serlo, no lo expresa por pena.

Si, por pena y porque hay una falta de apoyo, se prefiere callar su deseo de ser policías y peor aún, se opta por una opción de vida distinta.

Son pocos los y las policías que pidieron permiso a sus padres de serlo. La gran mayoría de historias conocidas coinciden en que se trató de una decisión solitaria, con padres resignados a que no pudieron convencer a sus hijos de que se dedicaran a otra profesión.

Y después viene el contraste: son muchos los padres de policías que sienten un extraordinario orgullo de la decisión de vida que tomaron sus hijos, cuando conocen cómo viven su vocación y el bien que hacen a su comunidad.

En resumen: tendremos la Policía que queremos, cuando desde casa exista el apoyo a quien exprese su vocación por proteger y servir a los demás.

La premisa básica para un buen policía, es una buena persona.

Mientras tanto, seguiremos quejándonos de fallas en las instituciones policiales, integradas en muchas ocasiones por quienes en el uniforme encuentran un suelo, más que un sueño materializado.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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