Gran parte de la literatura pasada y actual aborda, con sus respectivas ganancias y aceptación social, el tema del crimen, el criminal y el castigo.
En la televisión norteamericana abundan las series que solucionan crímenes en un solo capítulo, detención del culpable incluida. Por su parte, las “narcoseries”, más comunes en la cultura latinoamericana, se dedican a presentar las justificaciones y motivaciones de los personajes que a través del delito logran una revancha social.
Idealmente… ¿quién debería ser el protagonista de estas historias? ¿El criminal? ¿La víctima? ¿El policía?
En la actualidad son muchas las series, películas y novelas protagonizadas por personajes de dudosa moralidad. ¿Qué fue primero? ¿La fascinación por los delincuentes o los contenidos que hacen apología de las figuras delictivas?
John Klosterman es un escritor estadounidense que aborda la cultura popular de su país. En su trabajo realiza una analogía entre el desarrollo de la conciencia humana y la película “La Guerra de las Galaxias”: de niños nos identificamos con Luke Skywalker (el héroe), en la adolescencia encontramos coincidencias con el rebelde Han Solo, mientras que en la etapa adulta muchos se ven reflejados en Darth Vader.
Ello implicaría que cuando nos damos cuenta que para ser un héroe (o una persona legalmente exitosa), debemos de optar por la disciplina y el sacrificio, lo que no siempre es sencillo. Por el contrario, el villano (el exitoso por la vía ilegal) nos presenta un personaje más fácil de alcanzar, porque el fin justifica cualquier medio.
Y así, es más sencillo rendirse ante el Lado Oscuro.
La narrativa actual, especialmente las obras de ficción, nos muestra al malo con el mismo atractivo que el bueno, si es que el propio delincuente no es el protagonista. En este punto, la realidad criminal y la ficción no se registran con mucha diferencia en la mente de las personas, pues ante las noticias y el caudal de información se construyen una historia propia, tomando los elementos que se consideran más pertinentes.
Y es aquí donde surge el riesgo de fascinación por los delincuentes, que deriva del desconocimiento sobre de dónde viene su instinto criminal, la tendencia humana a rellenar huecos de información y la creación de mitos.
Mientras los héroes son buenos por naturaleza o sentido del deber, el villano o criminal tiene una visión del mundo opuesta a la generalidad y se justifica su llegada al delito porque “alguien le falló”.
El cine y la televisión nos presentan al crimen como algo divertido, cometido por personajes simpáticos que desafían los límites y que de alguna forma u otra, salen victoriosos. En la realidad, también de alguna forma u otra, el éxito nunca está garantizado en la carrera del criminal: ya sea porque acaban detrás de las rejas, en constante huida o como una estadística más de los homicidios.
El fin de los días de los criminales es poco romántico. El crimen no recompensa.
Un ejercicio final: piense en alguna serie que refleje el intento de unos ladrones (todos con una historia y una motivación personal) por robar un banco. Piense en contraparte en los aburridos y predecibles policías que deben de contener el crimen. ¿De lado de quién se pondría?