“Dios hace habitar al solitario en familia”.
Salmo 68.
Al hablar de orfandad, tradicionalmente pensaríamos que se trata de niñas y niños cuyos padres están ausentes porque fallecieron. Es lo que hemos visto en las películas y en la televisión, es lo que nuestra mente, alejada de la realidad, concibe.
La pobreza, la migración, la violencia intrafamiliar, maltratos, abusos sexuales, paternidad irresponsable, padres en adicciones o en conflicto con la ley, dejan sin cuidados parentales a un millón 800 mil niñas y niños en México, según cálculos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Las cifras del INEGI al 2015, reportan que en México existen 879 casas hogares para menores de edad, en donde se albergan a 26 mil residentes. Esto significa que de un millón 800 mil niños, apenas el 1.6% se encuentra en una casa hogar. Se trata de un cálculo matemático que refleja una materia que no solo debería ser de preocupación para las instituciones gubernamentales, sino además para la sociedad en su conjunto.
Casa Amigo Daniel, ubicada en León, Guanajuato, llega a su 32 Aniversario.
Se trata de una asociación sin fines de lucro ni filiación política o religiosa, que ha ofrecido atención a más de dos mil niñas y niños en situación de riesgo o maltrato infantil, con el objetivo de integrarlos al ámbito familiar en las mejores condiciones posibles.
Al escuchar a su directora, es imposible que no se haga un nudo en la garganta. Si ahondar en los detalles particulares de cada caso, advierte que en todos ellos hay un factor común: “cuando un niño llega aquí, es porque todos los adultos a su alrededor le fallaron”.
Esto significa que la niña o el niño se encontraba en condiciones vulnerables o que comprometían su seguridad, salud, educación o moralidad. Son condiciones tan críticas, que la autoridad toma la determinación de separar al menor de su núcleo o peor aún, la necesaria acogida ante la ausencia de redes familiares necesarias.
Basta una visita a esta Casa Hogar para darse cuenta que aún con una infancia difícil, ellas y ellos encontrarán un motivo para sonreír y divertirse.
Ojalá en nuestra sociedad hubiéramos más “amigos” Daniel, que de manera personal, no solo realizáramos “actos de caridad”, sino que además asumiéramos un serio compromiso para contribuir a sanar las heridas que deja el maltrato infantil en todos sus niveles. Que fuéramos de esos amigos que además contribuyéramos a evitar la discriminación o estigmatización de niñas, niños y jóvenes que estén bajo el cuidado institucional y que por el contrario, contribuyéramos a lograr un piso parejo para su desarrollo de vida.
Gracias Amigo Daniel, gracias a sus colaboradores, gracias a sus voluntarios, gracias a sus donadores y gracias a las familias, que más allá de encontrar en la adopción una vía para formar a su familia, ven en su decisión también una vía para lograr una mejor sociedad, con niños más plenos y felices.