Los problemas en la familia de Héctor, de 31 años de edad, habían ido en aumento. Su esposa le había pedido el divorcio, que finalmente se consumó en octubre del 2018.
Él se comprometió a dejar el hogar en los días siguientes… sin embargo, eso no ocurrió.
El 6 de diciembre, al llegar a su hogar, Héctor sorprendió a su ex esposa haciendo maletas para marcharse junto con sus hijos.
Encolerizado, amenazó con matarla y salió de la habitación… para regresar con un arma de fuego.
Le apuntó a su ex pareja… y disparó…
Para fortuna de ella y sus hijos, la bala se encasquilló y Héctor no logró su objetivo.
El evento ocurrió en la ciudad de Guanajuato capital. Héctor fue detenido por agentes de la Fiscalía estatal y actualmente enfrenta un proceso penal por feminicidio, en grado de tentativa, un delito por el que las penas van de 30 a 60 años de prisión.
La Organización Mundial de la Salud define a la violencia como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, en grado de amenaza o efecto contra uno mismo, contra otra persona o un grupo de comunidad, que cause o tenga la posibilidad de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.
En su clasificación de violencia familiar o de pareja, es aquella que se produce entre los miembros de la familia o de la pareja y que en la mayoría de las ocasiones, sucede en el hogar. Incluye figuras como el maltrato a menores, la violencia contra la pareja y hasta maltrato a personas mayores.
¿Qué otros delitos habría cometido Héctor previo a llegar a su intento de asesinar a su ex pareja?
Antes de pensar que este es un texto feminista, revisemos algunas cifras: en 2018 se asesinaron a 54% más mujeres que en el 2015; además, el estudio “Patrones y Tendencias de los Homicidios en México”, elaborado por el INEGI, señala que el 40% de los homicidios de mujeres fueron cometidos por sus parejas.
En el año 2018, Guanajuato registró 10 mil 356 delitos tipificados como violencia familiar; hasta el mes de junio, el registro era de 5 mil 830 casos de delito. Ello implicaría que en el primer semestre del año, Guanajuato registró un incremento de 12.59% en este tipo de delito. En el caso del feminicidio, el año pasado registra 21 víctimas.
El Código Penal de Guanajuato contempla que al responsable del delito de violencia familiar, se le someterá a un tratamiento psicoterapéutico integral, a fin de lograr su reinserción, además de que se le impondrá de uno a seis años de prisión.
De alguna u otra forma, nos hemos acostumbrado a señalar a la autoridad como responsable de este tipo de delitos, que en la mayoría de las ocasiones ocurren en el interior de los hogares. Desplazar la responsabilidad a la autoridad contribuye a perder de vista que las conductas que ocurren en el seno familiar, se replican en el exterior y que podrían explicar el por qué del aumento de delitos en nuestro entorno.
¿Qué podemos hacer las y los guanajuatenses para librar a nuestro entorno familiar de la violencia y por ende, contribuir a erradicar la violencia en nuestros entornos?
En gran medida, la rutas a seguir consideran los roles de género en el seno familiar.
¿Qué significa esto? Identificar los cambios que ocurren previo al hecho de la violencia, como las sensaciones, sentimientos y pensamientos que se presentan, lo que contribuye a que el agresor pueda darse cuenta que lastima a las demás personas.
Si, contar con una autoridad que logre brindar el apoyo terapéutico necesario. Si, contar con una autoridad que investigue los delitos de violencia familiar y feminicidios. Si, tener un Poder Judicial que imponga penas ejemplares.
¿Pero no sería mejor ahorrarnos esta ruta del dolor mediante la reflexión y la reeducación?
Cambiar no es fácil, pero tampoco es imposible. Identificar las conductas violentas al interior de nuestro hogar es parte del aprendizaje necesario para erradicarlas. Y forma parte del camino para lograr un Guanajuato en armonía y paz.