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¿Desde cuándo nos preocupa cuidar a la infancia?

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  • Sophia Huett

Aunque hoy nos parece impensable, durante siglos la infancia no fue vista como una etapa de especial protección. En muchas sociedades el abuso sexual infantil no solo pasaba desapercibido, sino que en algunos casos era tolerado.

Tuvieron que pasar 298 mil años de existencia de la humanidad para que, en 1802, en Francia se aprobara la primera ley para castigar estos delitos.

Luego, pasaron 187 años más para que en 1989, se lanzara la Convención sobre los Derechos del Niño por la Asamblea General de las Naciones Unidas, a fin de el mayor número de países se comprometieran para prevenir todo tipo de abuso y explotación sexual contra niñas y niños, entre otros objetivos.

En México, el abuso infantil siguió siendo un tema tabú durante buena parte del XX. No había mecanismos formales para su denuncia ni instituciones especializadas para su atención.

A nivel nacional, la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes se creó en 2014 y la Procuraduría Federal de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes comenzó a operar en 2015.

Se calcula que en nuestro país, entre el 5% y 15% de las niñas y niños han sido víctimas de abuso sexual en algún momento de su vida; sin embargo, e número real es difícil de conocer, ya que en la mayoría de los casos no se denuncia por miedo, estigma o incluso desconfianza en las autoridades.

Uno de los mayores mitos sobre el abuso infantil es que los agresores son desconocidos. La realidad es que en la mayoría de los casos el peligro está dentro del hogar. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de Relaciones en los Hogares, difundida en 2021 por el INEGI, recoge el alarmante dato de que el 65% de las agresiones son cometidas por familiares cercanos: 20.8% tíos o tías, 17.4% primas o primos, 7.1% hermanas o hermanos, 6.5% padrastros o madrastras y padres en 5.2%, mientras que en 8.1% el abuso viene de otros familiares.

Por otro lado, el 15.8% de las agresiones provienen de personas ajenas a la familia, como amistades cercanas, mientras que el 9.7% son cometidas por desconocidos.

Va de nuevo: el 65% de los abusos ocurren dentro de la familia, en los espacios en donde las niñas y niños deberían sentirse más seguro. Sin duda los ataques de extraño son preocupantes y mucho, pero el verdadero foco de alerta está en el círculo cercano de las víctimas.

Hoy el caso de Mateo nos cimbra y es momento de reflexionar. No podemos seguir viendo el abuso de niñas, niños y adolescentes como un problema ajeno. Necesitamos hablar del tema sin miedo, educar a niñas y niños sobre sus derechos, prestar atención a señales de alerta, denunciar cualquier sospecha de abuso y hacer de la empatía, una herramienta diaria.

La indiferencia es el mejor aliado de los agresores. No basta con indignarnos, hay que actuar. Cada niño y niña merece crecer en un entorno seguro, libre de violencia ¿Estamos dispuestos a garantizarlo? Y hay que hacerlo más aprisa. No podemos esperar otros cien años para tener avances significativos en su protección.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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