Estamos a menos de un mes de que las nuevas administraciones tomen protestas.
Las y los nuevos alcaldes se preparan para diversos escenarios, que van desde el reto de cómo mejorar la administración municipal actual hasta tener que descubrir una caja de pandora con muchas sorpresas.
Con continuidad del partido político o alternancia, siempre la decisión de quiénes continuarán en puestos directivos siempre será una incógnita que no solo alimenta columnas políticas, sino también motivo de peticiones de permanencia, jaloneos y desvelos para las y los tomadores de decisión.
Sin duda, además de las finanzas, una de las áreas clave, es la de seguridad.
¿Cambiar al titular (dicho en masculino porque es la generalidad) ?, ¿por quién?, ¿a quién dar continuidad en la estructura?
En este mismo espacio hemos hablado de la necesidad de fortalecer la carrera policial y no inventar el hilo negro cada tres años, en referencia al ámbito municipal, en específico.
En este contexto ¿cuál es el equilibrio al que deben llegar las nuevas administraciones?
En un escenario ideal, las y los nuevos titulares de seguridad pública deberían emanar de las propias corporaciones locales. Sin embargo, la realidad lo hace poco probable.
¿Qué sería lo deseable en esa persona a la que se debiera dar continuidad o ser nombrada de las propias filas de la institución? Que cuente con un nivel mínimo de licenciatura, así como con capacitación en materias como sistema penal, derechos humanos, inteligencia, mando y gerencia policial, entre otras. Obviamente que cuente con exámenes de control y confianza aprobados, una evaluación del desempeño destacable, así como méritos y acciones destacadas.
Son condiciones difíciles de reunir. ¿Y entonces, a quién nombrar? Hay a quienes nombrarán a algún abogado o persona de su confianza, que poco conoce del ámbito de seguridad y policial. El reto será grande y en comprender, se irán tres años, con escasos o bajos resultados, alta rotación de personal de mando y en algunos casos, la posibilidad de derrumbar a una corporación completa.
Hay a quienes optarán por seguir una recomendación de alguien que ya ocupó un cargo similar en otros tiempos, en otros estados y en otros contextos. Puede dar buenos resultados, derivado de la experiencia, o traer nuevos usos y costumbres a la institución, no siempre buenos.
No nos queda otra más que seguir construyendo y profesionalizando: fomentar la carrera policial, cuidar a las instituciones hoy, para que los cuadros de mando se fortalezcan y vayan creciendo, a fin de que mañana exista la posibilidad de elegir los mejores cuadros y no los que haya.
Y que entonces, nombrar a las y los titulares de seguridad pública, deje de ser un dolor de cabeza para quienes, con honestidad e integridad, se preocupan verdaderamente del bienestar de la ciudadanía.
Sophia Huett