No podría escribir de Acapulco si no es en primera persona. Porque es asunto personal. Tan personal como las vacaciones que pasé ahí con mis papás, como los veranos en la casa de la tía Tere. Como mi viaje de graduación de la preparatoria con mis amigas, en la casa de la tía Silvia.
Fue en ese viaje, del que tengo una de las imágenes más crudas de los contrastes del Puerto. Saliendo del antro, a punto de tomar un taxi, vi que en el portal de la siguiente cuadra había un niño durmiendo en plena madrugada sobre un cartón. Otros niños se acercaron para prenderle fuego. Sobra imaginar mi grito para alejar a los maldosos, de quienes no tengo la claridad si hacían una simple travesura.
Fue en Acapulco donde también viví los momentos más solitarios, cuando me tocaba hacer pre gira y post gira de las visitas frecuentes del Presidente al Puerto, con libros de Ángeles Mastretta que me servían para curar penas de amor.
Luego vinieron más retos: el operativo ‘Acapulco Seguro’, ya integrada al ámbito de la seguridad. Mi Institución, Policía Federal, emprendió la misión de disminuir la violencia y aumentar la seguridad en el Puerto, que había sido tomado como refugio de criminales. Fue en este Puerto de película cuando por primera vez me puse mi amado uniforme azul, durante una de las tantas visitas del Presidente para el seguimiento del Operativo.
Comprendí aún más que no todo era la Costera, que había otro Acapulco relegado de la bonanza económica y en donde el conflicto era el tema de cada día.
En aquella ocasión, el sector servicios, hotelero y las autoridades, se sumaron para crear la campaña ‘Habla bien de Aca’.
No olvido el caso de la detención de una mujer relacionada con una gran cantidad de casos de secuestro. El asombro que causó fue que trabajaba en una estética y era bien conocida por la sociedad acapulqueña. ¿Adivinen quién recolectaba la información de las víctimas?
Independientemente del despliegue de seguridad que siempre se mantuvo de mi Institución, que hasta labores de tránsito hizo, vinieron otros episodios de atención a la población civil por causa de fenómenos meteorológicos.
Los compañeros policías iban y venían a las comunidades a rescatar a la población y cargando incluso hasta con el perro, en helicópteros Black Hawk. Dos de ellos, ‘Ingrid’ y ‘Manuel’, fueron de los fenómenos más recordados por los deslaves que sepultaron vidas y dividieron comunidades.
Adicional a los puentes aéreos en aviones institucionales, en uno de los rescates, uno de los más legendarios pilotos de Black Hawk y su tripulación perdieron la vida. Se trató de ‘El Ranger’, con una alta experiencia en operativos de combate a la delincuencia organizada, quien asumió el riesgo de un último viaje en condiciones meteorológicas complicadas para llevar víveres. Se estrellaron en una montaña. El homenaje a los compañeros en el Centro de Mando, con la presencia del Presidente de México, se quedó grabado en la memoria no solo de las familias, sino de la Institución completa. Nos sentíamos acompañados en la tristeza.
Y podría seguir y seguir con aquellos momentos que me unen de manera muy personal a Acapulco.
La última vez que lo visité fue en el verano de 2022. Resultaba la opción más viable para quienes cargamos con perros en las vacaciones. Además, Acapulco siempre es Acapulco.
Ahí vino otra de las escenas que me fueron difíciles de creer: en la zona de Barra Vieja, detrás del Aeropuerto, apareció frente a nuestros ojos un “retén” con hombres armados que detenían el paso. Sí, civiles armados, “boteando”. Apenas medio kilómetro atrás había un punto de inspección de la autoridad federal.
Yo también creo que Acapulco, es Guerrero. Y saldrá adelante. Pero hoy lo siento más solo que otras veces.