Si bien la pandemia de COVID 19 impactó negativamente a México, Estados Unidos y Canadá en distintos ámbitos, también es de reconocerse que detonó una serie de innovaciones que permitieron a los trabajadores adaptarse a la nueva realidad del mercado laboral regional. Ello no sólo facilitó mantener abiertos los mercados y las cadenas de suministro, sino también apoyar a los trabajadores, con distintos énfasis, en un momento complicado. Aunque las medidas emergentes han aminorado los impactos negativos de la crisis, por sí mismas no son suficientes para que las economías de los países norteamericanos se recuperen, sigan siendo competitivas y prosperen frente a las dinámicas económicas que emergen en el mundo. Para lograrlo, los tres socios comerciales de América del Norte deben colaborar para mejorar las competencias y habilidades de sus trabajadores.
El punto de partida evidente para iniciar el mejoramiento de las competencias de sus trabajadores es el acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC, por sus siglas en español), en marcha desde hace ya un año. Aunado a este acuerdo, está el impulso de la administración Biden que propone el desarrollo de la fuerza laboral como una prioridad; para ello, ha planteado invertir 48 mil millones de dólares en los trabajadores estadounidenses como parte de su plan para reactivar el empleo. En este contexto, los trabajadores en la región de América del Norte deben ser sujeto, mediante un enfoque conjunto, del aumento de sus competencias y habilidades a fin de mejorar la competitividad de los tres países frente a China y otras potencias económicas. Los gobiernos y el sector privado de la región deben ampliar la colaboración e inversión en la fuerza laboral del continente, como se argumenta en un nuevo documento del Centro Woodrow Wilson elaborado por el autor y el Emb. Anthony Wayne.
Mucho antes de que se produjera la pandemia, América del Norte ya sufría de deficiencias y desajustes alarmantes en materia de habilidades y competencias. La pandemia exacerbó estos problemas para las empresas y los trabajadores de los tres países. También aumentó los riesgos de dejar a más trabajadores sin apoyos y añadió nuevos desafíos para incorporar a personas desfavorecidas al sector productivo a medida que las economías se recuperaban.
Los problemas de la fuerza laboral ya venían perjudicando el desempeño económico de América del Norte mucho antes de la pandemia. Los cambios tecnológicos de la "Cuarta Revolución Industrial" estaban permeando en los lugares de trabajo en todo el continente, eliminando, redefiniendo y creando nuevas clases de empleos. Mientras esta revolución mantenía la promesa de más y mejores empleos, la evolución digital también trajo consigo una aterradora "destrucción creativa" para los trabajadores, las empresas y los gobiernos. Hemos sido testigos de que una mala gestión de estos desafíos puede agravar las perturbaciones, mayormente no predecibles, de tipo económico, social y político.
Las consecuencias de la pandemia aceleraron y reconfiguraron los cambios en curso y obligaron a las empresas a reevaluar, urgentemente, las formas en que aplicaban y utilizaban la inteligencia artificial y la tecnología en sus lugares de trabajo. Se vieron forzadas a repensar la manera en la que administraban su personal (incluso de forma remota) y cómo podían utilizar mejor el Internet y la economía digital. Los cierres ocasionados por la pandemia también provocaron un serio replanteamiento sobre la resiliencia, la robustez, la redundancia y la confiabilidad de las cadenas de suministro del mundo y de la región.
La crisis creó lo que el Foro Económico Mundial (FEM) llamó una "doble disrupción" para los trabajadores a nivel mundial. En 2017, McKinsey había estimado que hasta 60 millones de trabajadores estadounidenses y mexicanos podrían necesitar cambiar de ocupación en 2030 debido a los cambios tecnológicos. En un estudio más reciente,McKinsey en 2021 encontró que incluso más trabajadores de los identificados deberán cambiar de ocupación antes de lo estimado previo a la pandemia y, además, en diferentes sectores.
Distintos análisis se plantean si habrá escasez de trabajadores a medida que la economía se reactive y de qué forma se podría retomar el trabajo post-pandemia. Muchas empresas han hecho esfuerzos significativos para incorporar nuevas tecnologías durante la pandemia y para mantener la producción con menos trabajadores, lo que disminuye aún más el número de puestos de trabajo disponibles. Además, es probable que algunas tendencias laborales identificadas en la pandemia perduren y se transformen en la economía emergente, como lo es el trabajo en línea y la expansión del comercio electrónico.
La investigación de McKinsey de 2021 concluyó que las personas más afectadas por la pandemia serán aquellas con ocupaciones que tienen bajos salarios, incluidos aquellos sin títulos universitarios, las mujeres, las minorías y los trabajadores más jóvenes. La firma considera que los impactos probables a corto y largo plazo se concentran en áreas donde las personas trabajan en contacto cercano con otras, como en ocio y viajes; comercio minorista y hospitalidad; trabajo basado en computadoras, así como en producción en locales cerrados y almacenes.
En el lado positivo, los sectores que se espera que tengan una demanda de mano de obra adicional incluyen la atención médica, el apoyo a domicilio, el cuidado personal, el transporte de bienes, la producción al aire libre y el mantenimiento. Sin embargo, McKinsey matiza que los puestos de trabajo en estos sectores en crecimiento, si bien son generalmente mejor remunerados, requieren mejores calificaciones. Además, sugiere que después de la pandemia, muchos de ellos continuarán mediante trabajo en línea.
Conversaciones recientes con especialistas de los sectores privado, académico y gubernamental relacionados con temas del mercado laboral me desvelan que las empresas, los gobiernos y las instituciones educativas en toda América del Norte deben continuar (o iniciar, en muchos casos) el esfuerzo de re-imaginación y replanteamiento de la formación, capacitación y entrenamiento que incidan en una mejora del desarrollo de competencias y habilidades, su reconversión y perfeccionamiento. Los gobiernos nacionales y subnacionales (estatales, en México y Estados Unidos, y provinciales, en Canadá) habrían de ampliar el acceso a la infraestructura digital y mejorar los programas académicos y vocacionales para promover una amplia gama de programas de capacitación y profundización de habilidades efectivas para facilitar la transición hacia nuevas ocupaciones. Las certificaciones, por ejemplo, serían más portables, más centradas en las habilidades, serían modulares y, por tanto, más ampliamente aceptadas.
En la implantación de estas tareas es necesario involucrar a los grupos de interés de los ámbitos local, regional y nacional. México, Estados Unidos y Canadá deben aprender, los unos de los otros, para asegurar los mejores resultados en las tres economías.
Se requiere que los tres gobiernos establezcan un equipo trilateral para el desarrollo de talento y de la fuerza laboral. Mediante este arreglo se fomentaría la participación de múltiples actores y tomadores de decisiones de los gobiernos nacionales y subnacionales, las empresas, la academia, sindicatos, fundaciones y organizaciones no gubernamentales.
Una agenda post-pandémica del mercado laboral en América del Norte habría de centrarse en temas como el aprendizaje basado en el trabajo; la transparencia y portabilidad de credenciales y certificaciones; la recopilación de datos del mercado laboral y la transparencia; así como en los mecanismos de colaboración necesarios para prepararse para los cambios futuros.
Las prioridades podrían incluir la identificación y ampliación de los programas existentes y exitosos en los tres países, así como la reducción de la diversidad de programas que dificulta la movilidad y la portabilidad. El diálogo tripartito también podría dar prioridad a la identificación de las mejores prácticas en las redes de producción transfronterizas en sectores como el de vehículos y en los sectores emergentes (llamados “verdes”), así como a la capacitación, entrenamiento y empoderamiento de las pequeñas y medianas empresas. Las mejores prácticas del desarrollo de la fuerza laboral también se pueden combinar con esfuerzos para construir cadenas de suministro más resilientes y redundantes.
Otra área prometedora es el trabajo virtual y la mejora de los modelos de educación que prosperaron durante la pandemia. Si bien se reconocen limitaciones para una implantación permanente, también es justo identificar su potencial. Por ello, el equipo trilateral podría fomentar el desarrollo y adopción de mejores prácticas en ambos lados de la frontera, así como la reducción y eventual eliminación de las barreras regulatorias que limitan esta colaboración.
El equipo de trabajo integrado por los tres países destacaría la importancia que tienen las medidas para ayudar a los trabajadores a adquirir las habilidades y competencias necesarias, así como para promover políticas que alienten a las empresas, las cadenas de valor y las economías a ser más competitivas en el mercado mundial post pandemia.
La cooperación de México con dos de sus socios principales, Estados Unidos y Canadá, es de la mayor relevancia, pues los tres países comercian entre sí 1.3 millones de millones de dólares anualmente y juntos, diseñan, manufacturan y venden servicios y productos con cada vez mayor valor agregado. El esfuerzo conjunto y coordinado en la inversión en el desarrollo de talento para el mercado laboral regional beneficiará a los tres países; esta colaboración, dirigida a mantener a América del Norte como la región más competitiva y dinámica, está integrada en el T-MEC. Es momento de imaginar e implantar iniciativas concretas de desarrollo del talento y de la fuerza laboral. De esta manera, América del Norte podrá fortalecer sus cadenas de suministro críticas, generar prosperidad y desarrollo incluyente, así como enfrentar, en condiciones más favorables, a otras regiones y países.
Sergio M. Alcocer es presidente del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, ex subsecretario para América del Norte en la Secretaría de Relaciones Exteriores y académico de la UNAM. Sus opiniones son a título personal. Síguelo en Twitter @SM_Alcocer.