No se podía escribir de otro tema esta semana. El escenario político en Tamaulipas ha tomado niveles de confrontación pública nunca vistos. Hay acusaciones lo mismo para quienes han ejercido el poder, para quienes lo ejercen actualmente y para quienes aspiran a ejercerlo.
La realidad es que la política en Tamaulipas lleva mucho tiempo podrida. Más allá de los adjetivos, hoy dos de nuestros últimos tres ex gobernadores están detenidos y un virtual gobernador fue cobardemente asesinado en Victoria.
Mientras los ciudadanos han vivido bajo el yugo de la inseguridad que, si bien ha mejorado, está lejos de permitir el desarrollo pleno del estado y mucho más lejos de dejar a todas las familias vivir en paz.
Me he preguntado muchas veces cómo fue que llegamos a este punto y más veces me he preguntado si saldremos de esta situación algún día. Que el discurso suba de tono es peligroso porque radicaliza los ánimos y puede dar lecturas equivocadas a cualquier contingencia.
Alguna vez alguien me dijo que en Tamaulipas no había lugar para la honestidad ni la decencia en la política. Los discursos que hemos visto parecen confirmarlo, pero yo sigo apostando a que un día, tarde o temprano, una nueva generación de tamaulipecas y tamaulipecos caminaremos juntos a un mejor destino. Me preocupan estas elecciones, aunque se veía venir porque ahora sí tenemos visiones (al menos en el papel) radicalmente opuestas, aunque públicamente acusadas de temas similares.
Creo que desde este espacio vale la pena hacer un llamado a la sociedad: tenemos que creer en nuestras instituciones; buenas o malas, son ellas quienes deben actuar y fincar responsabilidades.
Hagamos lo que nos toca como ciudadanos, primero escuchar, decidir e ir a votar en libertad; después exigir y exigir fuerte a quien resulte ganador en la contienda.
Mientras los tamaulipecos sigamos indiferentes, entre elección y elección, nada va a cambiar. Que le tengan miedo al pueblo y no que el pueblo les tenga miedo.
Ahí está el caso de NL, muchas voces no las calla nadie. El cambio, o lo exigimos, o no llega. La clase política le ha quedado a deber al Estado; ojalá pronto tengamos una que no le quede a deber a Tamaulipas. _