Domingo por la tarde, estoy a punto de enviar la columna de la semana; me informan de una terrible noticia. Mi padrino, mi tío de cariño, Hugo Cassaigne Mora, ha perdido la batalla contra el covid.
Imposible dejar de dedicar esta columna a la persona que más me impulsó y motivó para empezar a escribir; imposible dejar de dedicar esta columna a un lector y crítico seguro; la persona que después de mis padres, más ha influido en mi vida personal.
Durante cuatro años y medio que viví en Tampico, cada sábado sin falta comí en su casa, era un tiempo que él me dedicaba religiosamente; hablábamos de política, de la familia, de la escuela, de mi vida sentimental, de mi futuro.
“Te tienes que ir a vivir a la Ciudad de México”, decía cada vez que yo le planteaba mis ganas de incorporarme a la vida política en el estado. "Tienes que prepararte, ir a competir, a crecer".
Me lo decía quien había sido implementador de uno de los programas sociales más importantes de este país en la zona más emblemática: me refiero al programa Solidaridad en el valle de Chalco.
Seguí su consejo pese a la tentación de darme a conocer en mi estado, de empezar mi vida política. Hoy, más que nunca tengo claro que fue el mejor consejo que me pudo dar.
Mi tío fue un segundo padre. Hace unos meses fui a comer a su casa, cocinó mi madrina Silvia como aquellos días de universidad, nunca imaginé que era la última vez que lo iba a ver, pero lo vi fuerte, animado.
Me dijo que tenía que definir mi futuro y trazar mi ruta más allá de lo que hago ahora. Nos despedimos quedando pendientes de platicar para ver qué iba a hacer en adelante.
Hoy son más de 50 mil personas las que se han ido por esta pandemia en México. Somos millones los que la hemos sufrido. Me aterra que el invierno se acerca y esto sigue sin control.
Los últimos días fueron de estar en contacto con mi papá para saber el estado de salud de mi tío. Siempre estaré en deuda con él. Un abrazo hasta el cielo, tío; ojalá este lunes también tengas oportunidad de leerme allá (salúdame a mi padrino Jorge Cano).
Decía Carlos Fuentes: "Qué injusta, qué maldita, qué cabrona es la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos". Hasta siempre, tío Hugo.
Un abrazo solidario a doña Nidia, a mi tía Silvia, a Emmanuel y a la familia... y a todos los que han perdido a un ser amado.