Si algo he reconocido siempre de los Estados Unidos de Norteamérica ha sido que desde su origen han tenido una visión pragmática y ordenada. Desde su declaración de independencia, los Estados Unidos establecieron que todas las personas son iguales, por lo que nadie tiene derechos superiores a los demás, que nacemos con los derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.
Lo anterior constituyen los fundamentos de dicha nación desde el año 1776, hoy son una potencia mundial. En México no solo no hemos sido pragmáticos, hemos sido demagógicos y hoy todos los cambios que nos quieren vender son concebidos volteando a ver más el pasado que el futuro.
En los últimos meses se ha hablado de dar marcha atrás a muchos temas como a la reforma educativa, nos quieren vender que la educación de nuestro país antes era mejor. ¡Por favor! Hasta los que somos hijos de maestros y nos sentimos orgullosos del legado de nuestros padres sabemos que actualmente se están formando generaciones mejor preparadas y con mayor potencial.
En los últimos meses también se ha hablado de construir nuevas refinerías. Otro tema en el que nos quieren vender que nuestro futuro está en realidad en nuestro pasado. No quieren aceptar que esa inversión nunca la vamos a recuperar, que el mundo demanda movilidad a partir de energías limpias y que México ya no quiere una economía que dependa del petróleo sino del talento de su gente: una economía del conocimiento.
En los últimos meses nos han hablado de una constitución moral, cuando este país necesita menos discursos, menos demagogia. Lo que queremos es el respeto a los derechos y justicia pronta, que los juicios no tarden tanto tiempo que cuando llegue la solución, esta no sirva para nadie. Queremos un Estado de derecho fuerte y eso implica también que se respeten los contratos para que venga más inversión.
Todo se hará con la etiqueta de la voluntad popular, pero puede ser verdaderamente una trampa para regresar al autoritarismo. Tanto les gusta el pasado a estos nuevos gobernantes que pareciera aspiran regresar a los días de concentración total del poder.
Dicen los autores Axel Kaiser y Gloria Álvarez en su libro “El engaño populista”, que no hay ningún líder caudillista de la región que no haya llevado a cabo su programa de demolición institucional sin ponerle la etiqueta de “democrático” y que con este mismo pretexto se han justificado los proyectos de concentración de poder.
Esta semana fue la absurda, ilegal y poco representativa encuesta para lo del aeropuerto; pero, ¿y si mañana estuvieran en consulta derechos de las minorías?, ¿si mañana fuera desaparecer al Poder Judicial o quitarle facultades?, ¿si mañana fuera una nueva Constitución que considerara la revocación de mandato, pero también la reelección? Hay que tener mucho cuidado, quizá le estamos abriendo la puerta a algo que todavía no alcanzamos a dimensionar su real peligrosidad.
El pueblo no se equivoca: la trampa “democrática”
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Saúl Barrientos
Tampico /