“El libro tibetano de la vida y la muerte” es uno de los libros que más ha impactado mi vida; trato en estas cuantas líneas de generar el apetito por leerlo.
Tiene razón cuando dice que en el mundo moderno “el mero hecho de hablar sobre la muerte se considera morboso, y muchas personas creen que el simple hecho de mencionarla entraña el riesgo de atraerla” o por el contrario, “la gente suele cometer el error de tomarse la muerte a la ligera”.
Son “dos actitudes hacia la muerte, la primera la considera algo de lo que hay que huir a cualquier precio, y la segunda algo de lo que no es necesario preocuparse en absoluto”.
“Todas las grandes tradiciones espirituales del mundo, incluyendo por supuesto el cristianismo, siempre han dicho claramente que la muerte no es el final… pero, a pesar de estas enseñanzas, la sociedad contemporánea es en gran medida un desierto espiritual en el que la mayoría de la gente imagina que esta vida es lo único que existe”.
“¿Cuántas advertencias más necesitamos?” Un ministro brasileño de Medio Ambiente señaló: “La moderna sociedad industrial es una religión fanática. Saqueamos, envenenamos, destruimos todos los ecosistemas del planeta. Firmamos letras que nuestros hijos jamás podrán pagar… Nos comportamos como si fuéramos la última generación sobre la Tierra. De no producirse un cambio radical de perspectiva en nuestros corazones y en nuestras mentes, la Tierra acabará como Venus, calcinada y muerta”.
Creer en algo más allá de esta vida genera una actitud distinta, un claro sentido de moralidad y responsabilidad personal. “Nuestra sociedad está obsesionada por la juventud, el sexo y el poder y rehuímos todo aquello que nos evoca la vejez y la decrepitud”.
“La muerte no es deprimente ni tampoco seductora”, pero tenemos que hablar más de ella, entenderla mejor, prepararnos en lo esencial y en lo espiritual. Las citas plasmadas en este artículo corresponden a solo unas cuantas páginas de este libro.
“Mañana o la próxima vida; nunca sabemos qué llegará primero”. Casi nadie vive más de 100 años y después, después está toda la eternidad para la que también hay que prepararnos. Solo quienes viven una vida tranquila pueden aspirar a una muerte tranquila con el sentido del deber cumplido.
El Día de Muertos es para mí la mejor de nuestras fiestas. Reflexionar nos ayuda a entender nuestra vida. _