“Vivas nos queremos”, “Ni una menos”, “Quiero regresar viva a casa” ¿Quién puede negar lo legítimo de estas consignas? Nadie. De hecho son tan simples, no se demanda nada que no sea lo mínimo a lo que un ser humano puede aspirar: a vivir. Pero en la definición plena significa una vida sin miedo, sin violencia, sin tener que estar en un estado de alerta constante, sin temer a caminar por la calle, a no estar suplicando que nuestras hijas, hermanas, las mujeres de nuestra tribu, lleguen a casa cada vez que oscurece y no sabemos de ellas.
No obstante, alrededor de estos legítimos reclamos se ha tejido toda una controversia que nos tiene empantanados alejados de lo realmente importante. Mientras que algunas reclaman con todo derecho por una vida sin violencia, otros se escandalizan, también con razón, por la violencia que se hace presente protesta tras protesta.
¿Existe un punto de encuentro posible?
Para la doctora Marisa Belausteguigoitia, académica del Centro de Investigación y de Estudios de Género de la UNAM, las consignas pintadas dan cuenta de un dolor y una rabia monumentales. Reconoce que siente empatía por esas jóvenes heridas que quieren “quemarlo todo”, pero también está convencida de que de las cenizas no sale nada renovado” (frases citadas por Marta Lamas en una reciente colaboración en la revista Proceso).
Como parte del Coloquio Internacional del CIEG titulado GRRRRR Género: Rabia, Ritmo, Rima, Ruido, Respons-habilidad (1) , recientemente realizado en noviembre, se lanzan las siguientes preguntas: ¿el fin justifica los medios? Mientras unas consideran que con violencia no se combate la violencia, otras afirman que sin violencia no les harían caso.
La rabia se entiende, y no es cuestionable la indignación. Lo que se trata es de entender y accionar mecanismos de respuesta no solo de un escape de emociones, y pasar al siguiente nivel. Pues la pregunta es si puede un sector de la población vivir por siempre enrabiado.
El Estado, la estructura gubernamental, la sociedad en sí nos debe mucho. Históricamente las mujeres hemos sido vulneradas. Actualmente la violencia está disparada. Esta última década se ha caracterizado por la movilización y visibilización de las causas de la agenda feminista. Pero un movimiento que es incapaz de reflexionar y deconstruirse asimismo tiende a desaparecer o fracasar.
Es hora de preguntarnos ¿qué sigue? La violencia en las marchas ha escalado directamente proporcional a la violencia de género. Lo cual nos demuestra que no ha sido útil. Que a más violenta la marcha no se traduce en una disminución de la tasa de feminicidios ni de violencia sexual, pero sí en una disminución de la empatía de la sociedad con la causa.
¿Cómo transformar esta furia, este enojo, esa tristeza por las que ya no están en acciones concretas? ¿Cómo construir en lugar de destruir? ¿Hasta cuando cambiaremos la rabia por una habilidad para responder?
(1) Este término fue puesto en circulación por Donna Haraway y con él se da un giro al clásico de “responsabilidad”, pues introduce la “habilidad para responder”.
Por Sarai Aguilar Arriozola*
@saraiarriozola
Doctora en Educación y Maestra en Artes. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL.