Britney Spears ha estado bajo la tutela de su padre Jamie desde el colapso de la cantante hace más de 12 años, que derivó en hospitalización y rehabilitación. A diferencia de la mayoría de las personas bajo tutela, que generalmente tienen problemas de salud o limitaciones cognitivas importantes, Spears continuó ganando millones de dólares a través de ventas récord y su carrera musical nunca ha sido interrumpida. Britney continuó lanzando álbumes, en giras, y lanzando empresas comerciales que incluyen sus lucrativas líneas de perfumes y lencería homónima.
Se entiende que hay casos y situaciones donde las tutelas son necesarias, pues las personas son incapaces de valerse por ellas mismas o son un riesgo para su propia persona. Sin embargo, de acuerdo con expertos consultados por The New York Times, las tutelas deben dar prioridad a los deseos del tutelado y ayudarlo a recuperar su independencia, lo que no ocurre en el caso de la estrella pop.
Y se da la paradoja de que a Spears sí se le considera capaz de generar ganancias millonarias, pero no de decidir si puede ser madre o no, pues tiene un dispositivo intrauterino (DIU) en contra de su voluntad, bajo los términos de la tutela, de ya más de una década que le permite a su padre el control legal de su vida y sus finanzas. Así lo denunció ella misma en su reciente comparecencia ante una juez de Los Angeles, cuyo contenido se difundió de forma masiva.
Esta batalla legal, aun proveniente del mundo de la farándula, lleva a una reflexión: si esto ocurre con una mujer blanca, con recursos económicos y que desde ese privilegio es capaz de sufrir la violación a sus derechos, ¿qué sucede con mujeres atravesando otros espectros de marginación?
Y si bien hombres y mujeres se pueden ver afectados del mismo modo por problemas de salud mental, hay enfermedades mentales más comunes en un género que otro.
Es imposible examinar el impacto del género en la salud mental sin considerar la discriminación y la violencia de género. Y es aquí donde los factores de riesgo de los trastornos mentales comunes afectan de manera desproporcionada a las mujeres: las desventajas socioeconómicas, la desigualdad de ingresos, el estatus y rango social bajo o subordinado y la responsabilidad incesante por el cuidado de los demás, solo por mencionar algunos.
Para el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad, ser mujer con una enfermedad mental ya duplica la vulnerabilidad. De hecho, “para el imaginario colectivo, las mujeres con discapacidad han sido consideradas durante años como objetos que debían ser atendidos, pero nunca como sujetos titulares de derechos y, por tanto, protagonistas de su propia historia”.
No se trata de poner a nadie en riesgo. Se trata de que se visibilice la problemática de la persona y a partir de ella se realice el conjunto de acciones para reivindicar el ejercicio de los derechos de las mujeres con problemas de salud mental, con el fin de empoderarlas, de que se dé su desarrollo social y de que cada acción implementada sea un paso hacia su autonomía, no retraimiento de ella. No se debe tratar de un #FreeBritney sólo por Spears, sino por todas las mujeres que atraviesan violencia a causa de su salud mental.
Por Sarai Aguilar Arriozola*
@saraiarriozola
* Maestra en Artes y doctora en Educación. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL.