No todo lo que se llama activismo lo es. O al menos no para la causa que dicen estar activando.
A últimas fechas ha sido recurrente escuchar desde mujeres famosas cortándose un mechón de pelo hasta jóvenes aventando sopa en obras de arte. Por ejemplo en un solo video, en España, aparecieron más de 70 actrices y directoras como Penélope Cruz, Carmen Machi, Maribel Verdú, Alba Flores o Isabel Coixet uniéndose a manera de “protesta” a favor de la libertad de las mujeres iraníes que llevan semanas en protestas donde arriesgan su vida, tras la muerte de Masha Amini a manos de la policía iraní, que la detuvo por considerar que llevaba mal puesto el velo islámico.
La semana pasada, dos activistas de Just Stop Oil lanzaron una lata de sopa de tomate contra el cuadro Los Girasoles, creado por el afamado pintor neerlandés Vincent Van Gogh. El hecho ocurrió en la National Gallery de Londres —en donde la obra de arte es exhibida de manera permanente— y forma parte de una protesta en contra del cambio climático. Asimismo y por la misma causa, en mayo pasado, la Mona Lisa sufrió un ataque a manera de manifestación ambientalista.
Las reacciones apoyando o desacreditando las acciones no se han hecho esperar. Están quienes aplauden a las actrices por dar visibilidad (como si el movimiento iraní por sí solo no se hubiese hecho ya manifiesto) y quienes además defienden y justifican a los activistas que han arremetido contra las obras de arte a través de preguntar retóricamente si un cuadro vale más que el medio ambiente, como si se tratara de un dilema excluyente.
No obstante, se deja de lado un punto medular. Sin afán de poseer el medidor de la acción social correcta, ¿en realidad toda acción performativa es considerada como activismo social? No, sin importar que tan incorrectamente político esto se puede escuchar.
Si bien por activismo se puede definir de forma tan simple como el actuar de forma colectiva o individual de forma sistemática en pro de una agenda política o social, estas acciones deben estar enfocadas a lograr una transformación y no a través de estas generar daños colaterales o robar escena a la verdadera agenda. Pues cuando una acción de protesta cobra protagonismo, se pierde de vista la razón de ésta. Y si bien en el caso de las actrices y mujeres famosas en el video no hubo daños colaterales, se desconoce de qué manera éste impacta en la vida de las mujeres iraníes incluso simbólicamente.
Mientras, sin tanto bombo o platillo, la socialité Paris Hilton ponía en el ojo de la agenda pública el abuso sexual en centros e instituciones de salud mental, señalándolas por su nombre y sacando a flote decenas de testimonios de víctimas. Su denuncia contra redes de abuso institucional no tuvo la visibilidad de las otras manifestaciones, quizá porque implícitamente se le reproche el ser blanca y privilegiada. Y porque deja más defender a quienes tiran sopa sin que logren explicar el propósito de su acción, más allá de los supuestamente bienintencionados lugares comunes.
No hay protesta mala, dicen. Todo abona, pero… ¿a la causa o al protagonismo? Pregunta para contestar mientras nos cortamos el pelo o degustamos una buena crema de tomate.
Por Sarai Aguilar Arriozola
@saraiarriozola
Doctora en Educación, Máster en artes con Especialidad Cultural.