El poder discrecional del presidente pasa por el manejo personal del presupuesto público de la nación que en este año 2024, las cámaras aprobaron por parte de sus correligionarios de Morena, con un gasto de 9 billones de pesos, en el que se pretende gastar 4 billones adicionales en un derroche que heredará como crisis a la futura presidenta de la república.
Un billón significa un millón de millones, exactamente esa cifra se gastó en forma adicional, discrecional y sin límites ni rendición de cuentas desde el 2019 al 2022, para imaginar lo que representa ese dinero, no basta suponer el cuarto de una casa repleto de dinero, sino imaginar que se podrían construir 122 veces y bien hechas, la Línea 12 del Metro de la CDMX.
En ese mismo período de tiempo, el presidente re direccionó, y oscureció el destino de 4 mil, 203 millones de pesos, originalmente aprobados a otros fines en el presupuesto federal. Supuestamente el Poder Legislativo debe regular el uso presupuestal, pero el ejecutivo federal pasó por encima del Congreso de la Unión una vez más.
Los incrementos que, en 2023, fueron de 7.8% del presupuesto y que suman miles de millones, fueron ejercidos sin que el Congreso interviniera. De hecho, el presidente puede gastar más de lo presupuestado y elegir en qué gastarlo. La preferencia de proyectos como el de Pemex, ha sido ruinosa con la paraestatal en quiebra pese las inyecciones y desviaciones de recursos.
En el caso de la refinería de Dos Bocas, declaraba el presidente que el costo de la obra sería de 8 mil millones de dólares, una cifra en pesos mexicanos de 160 mil millones de pesos. Pero los especialistas denunciaron que la obra costaría mínimo el doble de lo estimado, y entonces, en una mañanera, López Obrador declaró en su mañanera, “Si hubo un aumento, pero no de 18 mil millones de dólares. –Con su habitual tendencia a disimular- indicó vagamente; “pues como un 20 o 30 por ciento más, entonces va a salir como en once o doce millones de dólares, incluyendo el IVA”.
Ese porcentaje tan a la ligera, representa un incremento de gasto de 20 mil millones de pesos, recursos que, en hospitales, en clínicas, en becas, representarían beneficios, no carencias, y que son un hoyo negro de las finanzas públicas.
El no saber gastar, el no saber usar el presupuesto y desviarlo en forma personal, es de inicio una grave responsabilidad del presidente, por lo que los mexicanos deben evitar que la próxima presidencia tenga el poder del control del Congreso, para evitar estos dolorosos y criminales desvíos que ocasionaron muertes por desatención en salud.