Mientras en Inglaterra, uno de los cuatro Estados del Reino Unido, jóvenes “celebraron” como “Día de la Libertad” el pasado 19 de julio al eliminar medidas restrictivas para enfrentar los contagios de SARS-CoV-2, que provoca Covid-19, en Francia calles fueron tomadas para oponerse a las medidas restrictivas sobre quienes no están vacunados contra el virus, anunciadas por su presidente Emmanuel Macrón y que entraron en aplicación la semana pasada.
En tanto esto sucede allende el Atlántico, en México, con un comportamiento al alza alta de contagios, relativamente baja en hospitalizaciones y más baja en defunciones, primero regional, pero poco a poco generalizada, los “Lineamientos para la Estimación de Riesgos del Semáforo por Regiones Covid-19”, versión 6.0 del pasado 13 de julio, establecen criterios menos exigentes a los anteriores favoreciendo la actividad (social, económica y educativa) humana. El #QuédateEnCasa queda sólo para el Semáforo en Rojo.
Sin ignorar el comportamiento del virus, su transmisibilidad, mutabilidad, la morbilidad y letalidad, base para estimar situación y riesgos, donde la salud y la vida (derecho básico-fundamental) está en juego, la ponderación con la vida “normal” de las personas en comunidad es un elemento crucial para no sólo vivir, sino para desarrollarse integralmente. La salud pública (personal y comunitaria-social) no es sólo “medicina”. Atomizarla es un error que sacrifica el futuro por un presente inmediato; refuerza la atomización individual y social (sí, esa tan liberal que ahora está bajo la lupa).
México no es Inglaterra ni es Francia, pero tampoco ha enfrentado la pandemia de la misma forma. Sin embargo, la prolongada pandemia ha acentuado las carencias y deficiencias preexistentes en la economía y educación, fraguándose “bombas de tiempo” que ameritan una desarticulación, prudente, inteligente y oportuna.
En 2020 discursivamente se incorporó la “nueva normalidad” que en la práctica se asumió como el volver a lo mismo y con lo mismo; la normalidad “nueva”, en economía, educación, esparcimiento, interacción social y comunitaria, al parecer, no la deseamos construir y “normalizar” al vivir con riesgos, pero sin miedo.
Aprendamos, sin temeridad, a cruzar esta nueva “calle” asumiendo prudente y con responsabilidad personal, colectiva y de Estado lo que implica, a sabiendas de que el riesgo está a la vista. Inmovilizados no, pues sacrificaremos la libertad y con ello la vida y el futuro.
Twitter: @jrubenalonsog