Esta semana estará el tercer y último grupo de obispos mexicanos que acuden al Vaticano a cumplir con la obligación quinquenal de “visita ad limina apostolorum” (a los sepulcros de los apóstoles) de Pedro y Pablo en Roma. Momento de informes, evaluación, además, de encuentro personal con el papa Francisco.
La “visita” comenzó a prepararse formalmente desde noviembre del año pasado, luego que el Dicasterio de los Obispos del Vaticano fijó fechas y modalidad: el primer grupo, con 40 obispos, del 24 al 29 de abril: un segundo grupo, con 42 obispos, del 29 de mayo al 3 de junio; y el tercer grupo, de del 19 al 24 de junio, con 32 obispos.
El primer grupo, que abarcó diócesis del norte del país y del bajío mexicano, fue encabezado por el arzobispo de Monterrey y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Rogelio Cabrera López; el segundo grupo, con diócesis del Occidente y centro del país, fue encabezado por los arzobispos y cardenales de Guadalajara y Ciudad de México, José Francisco Robles Ortega y Carlos Aguiar Retes, respectivamente; y el tercer grupo, el de diócesis del sur y sureste de México, tiene a Carlos Garfias Merlos, arzobispo de Morelia.
La anterior vista “ad limina” presencial que hicieron los obispos mexicanos fue en mayo de 2014, al año siguiente de la elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa; dos años después, en febrero de 2016, el papa Francisco visitó México, cuanto tuvo un encuentro y mensaje público dirigido a los obispos el sábado 13 de febrero de ese año. Un mensaje duro al Episcopado Mexicano que lo cimbró al interior y públicamente (ver: https://bit.ly/3ytKMd0). En 2019 no hicieron viaje a Roma-El Vaticano los obispos, pero enviaron, vía Nunciatura Apostólica, el informe quinquenal que forma parte de la visita “ad limina”.
De acuerdo con el Código de Derecho Canónico, “cada cinco años el Obispo diocesano debe presentar al Romano Pontífice una relación sobre la situación de su diócesis, según el modelo determinado por la Sede Apostólica y en el tiempo establecido por ella” y “el año en que debe presentar la relación al Sumo Pontífice, vaya a Roma, de no haber establecido otra cosa la Sede Apostólica, para venerar los sepulcros de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y preséntese al Romano Pontífice” (cánones 399, parágrafo 1; y 400, parágrafo 1).
El origen de estas “visitas” se remonta al siglo IV y alimentan su sentido en la indicación de Pablo de Tarso (cartas a los Gálatas) de acudir a Jerusalén para encontrarse, conocer y acordar con Pedro.La práctica se institucionalizó en 1585 con el papa Sixto V, quien mediante la constitución “Romanus Pontifex” regularizó el formato y contenido de las visitas; luego Benedicto XIVen 1740, mediante la constitución “Quod Sancta”, amplió las obligaciones a prelados territoriales (responsables de una demarcación sin estatus de diócesis, como son vicariatos o prelaturas apostólicas confiadas a un obispo), pues la obligación inicial se centraba en obispos diocesanos (titulares de una demarcación).
La normatividad actual, sobre la periodicidad de realizar la “visita” cada cinco años, la estableció el papa Pío X en 1909. Luego, los subsecuentes papas incorporaron elementos de contenido sobre los informes y encuentros que realizan los obispos durante su estancia en Roma-El Vaticano. La normatividad operativa de las visitas, actualmente, se rige por un Directorio establecido en el pontificado de Juan Pablo II en junio de 1988, elaborado por la entonces llamada Congregación, hoy Dicasterio de los Obispos (ver Directorio en https://bit.ly/42P8LAp).
La visita “ad limina apostolorum” concluye con un encuentro personal de los obispos con el Papa, pero con antelación los visitantes enviaron un informe pormenorizado de la situación de la diócesis tomando como base el informe quinquenal previo.
El informe se envía en copias y un archivo USB que será integrado y analizado por diversos Dicasterios de la Curia Romana, como la Secretaría de Estado, el de la Evangelización, el de la Doctrina de la Fe, el de Servicios de la Caridad, el de Culto Divino y la Disciplina de Sacramentos, el de los Obispos, el del Clero, el de Laicos, la Familia y la Vida, etcétera; cada dicasterio analiza y evalúa lo que le compete y elabora un informe que se integra para que el Papa cuente con una visión con recomendaciones/observaciones que podrá tomar e incorporar a las propias para su encuentro personal con los obispos.
Claro, antes de ese encuentro del Papa con los obispos, que se realiza el último día de la visita grupal, los obispos se reúnen con los responsables de cada dicasterio donde exponen su informe y reciben observaciones/recomendaciones específicas.
El informe, base de la vista, se integra con exposiciones elaboradas por el obispo y sus colaboradores sobre organización, administración, finanzas y economía de la diócesis, la situación religiosa del lugar, la labor-ministerio del obispo, sus sacerdotes, religiosos y religiosas, el culto y la liturgia, el trabajo social y de justicia, los diversos campos de atención y acción, como educación, medios de comunicación, promoción humana, ecumenismo, etc. En el actual pontificado de Francisco, y para el caso de México, se pidió un informe específico sobre la migración humana. Cada tema deberá estar acompañado de información estadística y valoraciones de cada obispo.
La visita “ad limina apostolorum”es una muestra de unidad de las Iglesias particulares con Roma-El Vaticano y quien “preside en la caridad” (Ignacio de Antioquía -obispo de 70 al 107 d.C-, Carta a los Romanos) con el Romano Pontífice, es decir, de la catolicidad de la Iglesia; pero también es un momento en el que se marca la ruta que cada Papa imprime a su pontificado a toda la Iglesia y las Iglesias regionales.
México, para el Vaticano, como sucede en otros ámbitos, desempeña un papel en la geopolítica por su ubicación geográfica en América, y ahora, con mayor fuerza ante Oriente por su peso socioreligioso, económico, comercial y cultural. México es una bisagra geopolítica en la economía, en lo comercial, en lo cultural, en lo religioso de América. Además, la historia social y religiosa tiene una particularidad que la distingue, le da una fuerza y peso especial.
Pablo VI determinó que México fuera la sede de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM) en octubre de 1978, pero ante su muerte en agosto de ese año, Juan Pablo II la retomó y conformó para que se realizara sin dilación en 1979 (tres meses después de su elección), y con su presencia (primera visita), darle la atención y peso geopolítico a México como un punto de referencia y quiebre a la ruta que las Iglesias de Latinoamérica habían tomado con el Concilio Vaticano II y el impulso liberador que marcaron las Iglesias latinoamericanas (iberoamericanas) a partir la II CELAM realizada en Medellín, Colombia (1968).
Juan Pablo II, durante su largo pontificado reforzó el cambio/quiebre de ruta latinoamericana, involutiva, señalan observadores; Benedicto XVI, por su parte, reforzó la centralización en el Vaticano y el control desde distintos dicasterios (llamados entonces Congregaciones) sobre la guía y camino a seguir, acotando el desarrollo y vida desde lo local.
Con Francisco, con diez años de Pontificado, se observa una política y ruta opuesta: el desarrollo e impulso de lo local, donde el centro (El Vaticano con sus dicasterios), acompañan e impulsan (se formalizó con la reforma a la Curia Romana: Constitución Apostólica “Praedicate Evangelium” sobre la Curia romana y su servicio a la Iglesia en el mundo, 19 de marzo de 2022). En palabras eclesiales; una política más católica. El impulso desde lo local hacia el “centro” está en la convocatoria, metodología y ruta que ha seguido, con particular insistencia, en el Sínodo General (con olor a “concilio”) que comenzó en 2021 y tendrá su culmen en la asamblea general de 2024 (ver: https://www.synod.va/es.html). Una ruta que se construye desde lo local, a la inversa de lo que realizarían Juan Pablo II y Benedicto XVI.
En esta fase de Iglesia sinodal, la visita “ad limina”, además de informes específicos coyunturales de cada diócesis, que cada diócesis y el propio Episcopado Mexicano podría poner a disposición públicadesde el principio de transparencia, sería interesante que el Episcopado exponga su balance y ruta a seguir tras este encuentro sin perder de vista que ya tiene un Proyecto Global de Pastoral 2031-2033 (ver https://pgp.org.mx) y lo que como Iglesia ha construido en estos años en la ruta del Sínodo General.