Política

​Francisco, el reformador

La Primavera de la Iglesia católica llegó a su corazón desde América Latina recuperando el “aggiornamento revolucionario” del Concilio Vaticano II (1962-1965) desde la experiencia y reflexión teológica de Latinoamericana. Francisco (Jorge Mario Bergoglio) hizo mancuerna con otro latinoamericano, y también religioso, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, Honduras. Jesuita (SI) uno, Salesiano el otro (SDB). El pasado 19 de marzo, Francisco promulgó la nueva Constitución Apostólica, “Predicate Evangelium” (Predicar el Evangelio) que rige a toda la Iglesia católica, en particular a su estructura y operación de la Santa Sede (Curia Romana, Vaticano), remplazando la “Pastor Bonus” (Pastor Bueno) de Juan Pablo II (1988).

La nueva Constitución concretiza la encomienda planteada en el Cónclave de 2013, en el que fue electo Bergoglio Papa: reformar la Curia Romana y afrontar los desafíos de la Iglesia católica. Para ello, un mes después de su elección, ya como Francisco constituyó un Consejo de cardenales provenientes de distintas latitudes para tales propósitos, destacando Rodríguez Madariaga como coordinador, y que cada tres meses se reunieron en el Vaticano (40 sesiones).

“Predicate Evangelium” recoge e integra reformas estructurales que Francisco ha instrumentado en sus nueve años de pontificado; sin embargo, requiere ser leída y aplicada desde los doce principios establecidos (apartado II), y las líneas rectoras de ruta para la Iglesia manifiestas en las encíclicas “Lautado si’” (2015) y “Fratelli Tutti” (2020), así como las exhortaciones “Evangelii Gaudium” (2013), “Amoris laetitia” (2016) y “Gaudete et exsultate” (2018); en ellas están las líneas programáticas de este pontificado.

Los aires de primavera llegan no exentos de resistencias feroces desde el interior de la Iglesia que busca reventar a Francisco y apagar el Espíritu que mueve esta eclesiogénesis desde la periferia, de contradicción; sin embargo, como sucedió con Juan XXIII, se volvió a echar a navegar, a zarpar una barca fondeada, anclada en cuerdas y redes de poder, corrupción, que sólo navegando podrá liberarse de ellas, y así navegar sin “príncipes” en las periferias de los excluidos.

¿Las Iglesias (diócesis) en México tendrán las agallas para dejarse conducir por el Espíritu que todo lo recrea?

Twitter: @jrubenalonsog

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Rubén Alonso
  • Rubén Alonso
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