Parecía acabado el debate sobre el socialismo y la economía capitalista pero el advenimiento, en nuestro subcontinente, de gobiernos que se adhieren a los postulados del estatismo colectivista nos lleva de nuevo a contrastar ideas y posturas a las que ya les otorgábamos, justamente, muy poca vigencia.
La derecha recalcitrante de este país agita el espantajo del comunismo para desacreditar al régimen de la 4T. Los adalides del movimiento morenista responden que no, que no van a instaurar un modelo soviético, pero mientras quitan monumentos históricos, pretextando que no hay que glorificar a los conquistadores de antaño, se arrogan paralelamente la facultad de colocar estatuas de personajes más modernos pero de muy cuestionable solvencia moral como Fidel Castro y el Che Guevara, asesinos cobijados bajo el manto arbitrariamente exculpatorio de la “revolución”.
El tema no se circunscribe a lo simbólico, sin embargo, ni se queda tampoco confinado en los espacios de la academia o en las columnas de opinión de los diarios. El asunto, por el contrario, se tramita y se gestiona en las políticas públicas del actual gobierno y no es una mera casualidad que los inversores hayan perdido confianza para emprender proyectos en México como tampoco es fortuito que nos estemos dirigiendo, como nación, a dejar pasar una de las más colosales oportunidades de crecimiento económico que hayamos podido tener jamás, a saber, la ocasión de producir, en este territorio, los bienes de consumo que China fabrica para el mercado de los Estados Unidos.
Tendríamos que estar construyendo infraestructura a marchas forzadas y, sobre todo, brindando certezas jurídicas a quienes quieren aprovechar nuestra cercanía geográfica con la primera economía del mundo. Pues, vamos en sentido contrario: nos solazamos con las entonaciones de un rústico discurso nacionalista, nos llenamos de rencor hacia los empresarios, desconfiamos de la modernidad y nuestra apuesta es el pasado –una utopía que no existió porque este país nunca ha conocido el pleno bienestar social— en lugar de mirar hacia el futuro.
O sea, que vamos a generar electricidad con carbón y con combustóleo. Y de todo lo demás nos olvidamos.
Román Revueltas Retes