Lo más inquietante del discurso trasmitido por los heraldos de la 4T es que propala la noción de que la oposición es una suerte de anormalidad. Los adeptos de Morena no les confieren, a sus adversarios políticos (o a los ciudadanos que están descontentos con los magros resultados que ha ofrecido el actual Gobierno), la legitimidad natural del disidente, o sea, del individuo soberano que manifiesta meramente su desacuerdo. Para ellos, el simple ejercicio del pensamiento crítico –uno de los pilares fundamentales de la sociedad abierta— es algo así como un acto pecaminoso, una postura que debe ser combatida a punta de desprestigios, acusaciones, juicios morales y condenas. Por eso mismo descalifican a sus censores sirviéndose de todo un repertorio de adjetivos presuntamente oprobiosos (en los hechos, ser “conservador” no es obligadamente deshonroso como tampoco es infamante pertenecer a la clase de los “fifís”) y también por ello es que, de manera más calculada y artera, los reducen a una condición mucho más ignominiosa. ¿Cuál? La de “enemigo”. No paran ahí, sin embargo: al final, ya en términos declaradamente siniestros, denuncian que quienes no acatan incondicionalmente y sin reservas los designios promovidos desde el palacio presidencial son “traidores a la patria”.
El primer recurso utilizado en la lucha contra un adversario es despojarlo de su esencia de semejante
El primer recurso utilizado en la lucha contra un adversario es despojarlo de su esencia de semejante. Un simple conciudadano con ideas diferentes no es tan fácilmente exterminable. Al vecino de siempre tampoco lo liquidas así nada más, sin afrontar luego remordimientos y perturbadores problemas de conciencia. Al “enemigo”, por el contrario, debes combatirlo de manera prácticamente obligada. Y ya ni hablar del “traidor”, un sujeto que no merece piedad alguna y cuya aniquilación es prácticamente un deber patriótico.
Hay otro elemento: los fifís, los neoliberales y los conservadores son los primerísimos culpables de los males que han azotado a la patria. Se les puede endosar entonces la responsabilidad directa de haber mantenido al “pueblo” en la miseria, de despreciar a las clases populares y de oprimir a los más débiles. No sólo eso: habían acaparado el poder para favorecer a una casta de privilegiados y para saquear a la nación.
Eso se acabó, proclaman los elegidos por los votantes en 2018: con el advenimiento del actual régimen transformador no sólo está aconteciendo una gran gesta histórica sino que ha llegado también la hora de la revancha, de poner a toda esa gente en su lugar para darle voz al pueblo bueno y sabio.
El divisionismo que promueve la 4T se sustenta precisamente en eso, en la argumentación de que unos mexicanos han sido avasallados por otros. Denunciar que hay más pobreza, hoy, no te vuelve un opositor. Te convierte en un cómplice de los antiguos opresores. O sea, en un enemigo. _
Román Revueltas Retes