Una gran pregunta: ¿la maldad se deriva siempre del sufrimiento? O sea, ¿la crueldad resulta de la infelicidad y los canallas portan, todos, el pesado fardo de una desdicha temprana?
La benevolencia hacia los delincuentes que se advierte en el discurso oficial pareciera alimentarse precisamente de esa visión, la del sujeto que, enfrentado desde pequeño a desesperanzadoras adversidades y no habiendo conocido siquiera la bondad del cariño, termina por transformarse, él mismo, en un verdugo ejecutor.
Cuando los individuos de nuestra propia especie perpetran los actos más abominables nos asomamos, con espanto, a las insondables oscuridades del alma humana: hablar de los hombres no es sólo referirse a la cultura, al arte, a la luminosa realidad del pensamiento y la razón sino a una historia atestada de atrocidades y violencias. Para mayores señas, el Antiguo Testamento, uno de nuestros textos sagrados, es un relato de sucesos terribles acaecidos en la cuna de la civilización occidental y la propia crónica de los aconteceres humanos no ha sido casi otra cosa que un recuento de guerras, conquistas, invasiones y enfrentamientos.
El tema de la violencia es tan inquietante como inaprensible. A pesar de la progresiva consolidación del proceso civilizatorio, este planeta sigue siendo un escenario de estremecedoras brutalidades: en estos mismos momentos, las tropas rusas asesinan a los civiles que encuentran en su camino, violan a las mujeres o torturan hasta la muerte a los pobladores antes de ser forzados, por la heroica resistencia de los ucranianos, a retirarse de las aldeas que habían ocupado. Algunos analistas plantean otra oportuna interrogante: ¿el salvajismo de la soldadesca obedece a consignas recibidas de sus superiores –algo así como una estrategia deliberada para aterrorizar a la población de Ucrania y devastar calculadamente a toda una nación, a falta de alcanzar logros en el frente militar— o es mera crueldad (y escalofriante sadismo) de los invasores?
En este país no paramos de contar, cada día, a los muertos. Mexicanos privados de sus vidas por asesinos reales, que están ahí, y cuya humanidad, al parecer, merecería ser reconocida en tanto que se les supone un origen de infortunios y privaciones. Pues…