Política

La indefensión del individuo frente al poder

Imaginemos la apacible existencia de un ciudadano, digamos, en Poltava, antigua ciudad ucraniana situada en los márgenes del río Vorskla. Como cualquier persona, el hombre acude cada mañana al trabajo, disfruta de la compañía de la familia los fines de semana, ha comprado una casa gracias a un préstamo bancario y espera la llegada de las vacaciones para viajar con los suyos a alguna comarca vecina. Un buen día, sin embargo, su país es invadido por una potencia enemiga y el gobierno le exige incorporarse a las filas del ejército para defender el territorio nacional. Damos por descontado el sentimiento patriótico que, como el de sus conciudadanos, lo lleva a aceptar de inmediato el llamado, así sea como reservista en tanto que el combate al adversario lo habrán de librar, por lo pronto, los soldados de las fuerzas armadas. Esperamos también, en su caso, que los misiles disparados por el invasor no impactarán su vivienda al no ser su barrio un objetivo militar y que su mujer y sus hijos no morirán abrasados por las llamas ni quedarán tampoco lisiados de por vida. Y, finalmente, deseamos que esa persona común y corriente cuya circunstancia estamos esbozando en estas líneas, no terminará siendo uno de esos cadáveres anónimos, caídos en el campo de batalla, que hemos visto estos días en las fotografías que nos llegan, justamente, de Ucrania.

Sabemos que no todos los ucranianos morirán. Los números, sin embargo, son ya bastante perturbadores a estas alturas. Se habla de dos mil civiles matados por las armas rusas. Y así fuere que nuestro personaje, al igual que millones de compatriotas suyos, salga con vida, todo esto no deja de ser una verdadera putada, con perdón. La miseria de la guerra, o sea. El horror de la violencia. La presencia de lo siniestro en oposición a lo bello.

Muy bien. Pero el gran asunto es que esta realidad no se deriva del acaecimiento de una catástrofe natural —un seísmo, un huracán o un pavoroso tsunami— sino que resulta de la crueldad de un sujeto, uno nada más. Encaramado en las alturas del poder y con el más descarado desprecio por la vida humana, ese aspirante a conquistador se arroga personalmente el derecho de sembrar dolor en el mundo. Y, lo peor, no parece nada decidido a detenerse.

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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
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  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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