Los ardorosos partidarios del obradorismo aborrecen a Xóchitl. Hubiera sido, miren ustedes, la más perfecta de las candidatas presidenciales que el partido gobernante pudiere postular: india y pobre, ni más ni menos. En otras palabras, representante directa del pueblo bueno. Y, encima, sus papás le pusieron Xóchitl, o sea, un nombre náhuatl que ni mandado a hacer para figurar en los anuncios espectaculares contratados por los propagandistas de Morena. Digo, no se llama Jessica ni Brenda ni Jennifer o, ya en plan menos plebeyo, Ximena, Carla o María Fernanda. Y, bueno, vivió de joven en Iztapalapa y no sólo porta el apelativo que la mitología mexica le atribuye a la primera mujer mortal que habitó nuestro planeta sino que ella misma habla una lengua azteca. ¿Qué más podríamos pedirle?
Pues, qué caray, decidió la mujer no responder al canto de sirenas de los reclutadores del oficialismo —no se sumó, en su momento, a las filas de Morena como lo han hecho, muy recientemente, voluntarios de la talla de un Alfredo del Mazo— y siguió a su aire hasta que Claudio X. González, un personaje maligno y representante de la minoría rapaz que ha saqueado a este país, la impuso como aspirante a la Presidencia de la República asignándole la tarea expresa de restaurar el orden de cosas anterior para que los ricos y poderosos vuelvan a recuperar sus antiguos privilegios.
Es decir, que Xóchitl se trasmutó a tal punto en una traidora de clase y aspiracionista negadora de sus orígenes que las milicias de la 4T ya no le reconocen siquiera su primigenia condición de autóctona certificada —ya han señalado que no es india a lo cual ella, con mucha agudeza y agilidad, les preguntó dónde habían conseguido el “indiómetro” para llegar a parecida conclusión— y tampoco validan su historia personal, negándole la ejemplaridad que supone su tenaz lucha por salir adelante en un entorno de adversidades y cuestionando inclusive la veracidad de su biografía.
Se entiende, desde luego. La hubieran querido de buque insignia de su movimiento y resultó que la señora no sólo prefirió a los de enfrente, sino que posee además todos los atributos para agenciarse las simpatías de millones de votantes. No, no se lo van a perdonar.