El antiguo régimen —por llamar de alguna manera al denostado PRIAN— no merece de ninguna manera un repudio tan feroz como el que despliegan los cofrades de doña 4T. La construcción del orden que pretenden instaurar ahora los nuevos regentes de la cosa pública se sustenta, justamente, en el agrio rechazo al orden anterior, pero resulta en verdad muy extraña la maestría de la grey morenista para radiografiar con tanta minuciosidad el mapa del pasado y no registrar, de parecida manera, la devastadora realidad del presente.
Cuando alguien asienta una mera observación de lo que está ocurriendo en estos momentos —no hay medicinas ni insumos en los hospitales, la inseguridad es escalofriante, la pobreza extrema no se ha erradicado, los niños de la nación reciben una educación de pésima calidad y, entre otras de las plagas bíblicas que nos azotan, la corrupción sigue a todo vapor— los del oficialismo señalan airadamente que todo estaba peor antes.
Pues, miren ustedes, no es cierto. No vivíamos en el mejor de los mundos, ni mucho menos, pero la creación del Seguro Popular mereció inclusive el reconocimiento de organismos internacionales, se logró pactar un gran tratado comercial norteamericano gracias al talento de unos extraordinarios negociadores, tuvo lugar una ejemplar reforma política, se consolidaroninstituciones para garantizar la confiabilidad de los procesos electorales, personajes de primerísimo nivel —Jaime Torrez Bodet, Agustín Yáñez, Antonio Ortiz Mena y Jesús Reyes Heroles, entro otros notables— fueron grandes protagonistas en el aparato gubernamental (por no hablar de una gobernadora como Griselda Álvarez, en Colima, o de una embajadora, de nombre Rosario Castellanos, en Israel), México se convirtió en una auténtica potencia industrial, la democratización del país fue incontestable, en fin…
Nada de esto —de todo esto, más bien— parece figurar en el registro de los odiadores militantes. Su planeta nació en cuanto sus correligionarios llegaron al poder. No hubo nada antes. Nada bueno, o sea.
No les causa ningún problema de conciencia, entonces, la tarea de destrucción que ha emprendido la estirpe de Morena. Al contrario, sienten un oscuro placer (o no tan oscuro).
Pero, con perdón: ¿qué mundo están edificando sobre las ruinas del anterior?