El mentado torneo Clausura comienza el próximo viernes y nosotros, una vez más, nos ilusionaremos con los equipos de nuestros amores y desearemos, de manera declaradamente supersticiosa,
que la gran baraja de los resultados los vaya favoreciendo.
Es el mismo tema de siempre: los aficionados esperamos milagros, en el peor de los casos, o nos aferramos a las certezas —muy relativas, tratándose del balompié— que nos pueden brindar las nuevas contrataciones, los cambios de director técnico, la renovación de la plantilla o vayan ustedes a saber qué más cuando el club que veneramos pretende reinventarse de pies a cabeza.
Esto es pura magia, con su permiso. Excepto, desde luego, cuando hablas de aquellos equipos centenarios, de relumbrón, que reinan en las ligas europeas —dónde más— a los cuales puedes solamente hacerles un encargo de naturaleza estrictamente binaria, a saber, que ganen su correspondiente campeonato o, ya en plan derrotista y dispuestos a digerir un estrepitoso fracaso, que queden de segundones.
Aquí es otra cosa: no hay regularidad ni certezas ni seguridades. Constaten y comprueben, simplemente, quién fue el ganador del recién celebrado torneo Apertura: triunfó el que se coló en último lugar a esa tal “gran fiesta” del futbol mexicano disputada entre los ocho equipos que alcanzaron, así fuera de último momento, los puntos exigidos para participar. El líder general de la competición regular fue echado fuera a las primeras de cambio; el ganador de la pasada competición fue también eliminado, a pesar de los siete títulos que ya lleva en su palmarés; y, bueno, el equipo más regular, considerando todas las cosas, hubiera sido ese América que jugó la gran final y que perdió el partido decisivo en la lotería de los tiros penales.
Pero, a ver, ¿dónde estuvieron los “históricos”, esos tales “grandes” que siguen teniendo miles y miles de seguidores y que alardean de prosapia? No figuró Cruz Azul; Chivas apenas consiguió levantar cabeza en la famosa y muy enredosa tabla porcentual que condena al descenso a la división de la que nadie vuelve a ascender; y Pumas sigue tan gris como la atmósfera de la capital de todos los mexicanos. ¿Así va a estar este Clausura otra vez?