El resultado final del Mundial de Clubes es perfectamente lógico, previsible, entendible, explicable y aceptable, entre otros varios de los adjetivos que pudiere uno buscar en el diccionario de la Real Academia Española para calificar, de buena fe y sin el ánimo de fastidiar, la actuación de los Tigres de la UANL.
Ocurre, sin embargo, que un sector de la afición se disgustó grandemente de que un equipo de la Liga MX haya vuelto a casa sin pasarle por encima al Bayern Múnich, un club fundado en 1900 en cuyo palmarés figuran seis títulos de Champions League, 30 campeonatos de Alemania, 20 Copas y, con el triunfo del pasado 11 de febrero, dos trofeos en la referida competición de clubes.
¿Habría alguna razón por la cual Tigres hubiera debido ganarle a un conjunto bávaro que se ha ganado el sobrenombre de Rekordmeister justamente por los récords alcanzados en la Liga alemana? ¿Existe en México un club lejanamente comparable a uno de los grandes de Europa?
Pues, miren ustedes, luego del notable resultado de Tigres –es la primera vez que un club mexicano obtiene el segundo lugar en el campeonato de clubes que comenzó a organizar la FIFA en el año 2000— se comenzaron a escuchar aquí las voces, las de siempre, que demeritan lo que hacemos los mexicanos (eso, lo de “los mexicanos”, un tanto relativo en lo que se refiere a los clubes de la Liga MX, poblados todos ellos, a excepción de mis Chivas, de extranjeros de todas las proveniencias).
El propio André-Pierre Gignac, mosqueado por las destempladas críticas de los que se solazan en la autodenigración, les lanzó un duro mensaje en Twitter: “El peor enemigo del mexicano es el mismo mexicano. ¡Sintiéndome mexicano me da tristeza! Cambiemos el chip. Todos hacia el mismo rumbo. Creceremos juntos ante el mundo. Disfruten, raza. Prometo mejorar también. Bendiciones para todos.”.
Son palabras bonitas. Las escribe, con cariño, un francés al que parece irritarle, justamente, ese extraño rasgo de nuestra cultura, esa propensión que tenemos para descalificarnos con la mayor dureza por poco que nos encontremos con una derrota. Se nos olvida, al parecer, que la inmensa mayoría de los países de este planeta comparten precisamente la misma circunstancia. ¿Triunfadores? Unos pocos nada más. Y, pues sí, el Bayern Múnich entre ellos.