Cultura

¿Cuál futuro para México?

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.

—Charles Dickens, Historia de dos ciudades.


En su Diccionario del diablo, Ambrose Bierce define el futuro como la “época en que nuestros asuntos prosperan, nuestros amigos son leales y nuestra felicidad está asegurada”.

Más allá de la ironía, “lo único seguro sobre el futuro es que el sentido común se equivoca siempre al imaginarlo. No hay ciclos mágicos de veinte años; no hay fuerzas simples que definen el camino. Lo que en algún momento de la historia parece sólido, dominante y duradero, cambia con sorprendente rapidez”, escribe el experto en geopolítica y asuntos internacionales George Friedman. “El análisis político convencional padece una aguda falta de imaginación”, continúa el fundador de la revista Geopolitical Futures.“Ve como permanentes las nubes pasajeras, y es ciego a los cambios a largo plazo que tienen lugar, sin embargo, ante los ojos del mundo”.

En su libro The Next 100 Years (2009) Friedman escribió que “México es hoy la economía número quince del mundo. Mientras los europeos se diluyen, los mexicanos, como los turcos, crecerán hasta volverse, para fines del siglo XXI, una de las grandes potencias económicas del mundo. Durante la gran migración al norte alentada por Estados Unidos, el equilibrio de la población en los antiguos territorios mexicanos (los tomados en la guerra del siglo XIX) cambiarán radicalmente hasta volver muchas de esas regiones predominantemente mexicanas”.

La relación de México y de los mexicanos con el país más poderoso de la Tierra será decisiva, pues le permitirá resolver una fase de su crecimiento poblacional al extenderse más allá de sus fronteras políticas, dentro de las antiguas fronteras del siglo XIX. Esto, desde luego, deberá ir de la mano de reformas inteligentes promulgadas por políticos preparados, ya que de no ser así, seguiremos rondando interminablemente la mediocridad y, como Vladimir y Estragón, esperando eternamente a Godot: No vendrá hoy, pero mañana seguramente sí.

Quisiera ser tan optimista como el psicólogo y lingüista canadiense Steven Pinker y pensar que el mundo es capaz de trascender sus tareas y dirigirse hacia un futuro orientado por la ciencia, el progreso y la razón —pero luego echo un vistazo a las noticias y, como dice el meme, se me pasa. En su libro La marcha de la locura (2018), la periodista estadunidense Barbara Tuchman escribió: “Un fenómeno que puede notarse por toda la historia, en cualquier lugar o periodo, es el de unos gobiernos que siguen una política contraria a sus propios intereses. Al parecer, en cuestiones de gobierno, la humanidad ha mostrado peor desempeño que casi en cualquiera otra actividad humana. En esta esfera, la sabiduría —que podríamos definir como el ejercicio del juicio actuando a base de experiencia, sentido común e información disponible—, ha resultado menos activa y más frustrada de lo que debiera ser. ¿Por qué quienes ocupan altos puestos actúan, tan a menudo, en contra de los dictados de la razón y del autointerés ilustrado? ¿Por qué tan a menudo parece no funcionar el proceso mental inteligente?”.

No solamente los políticos, añado, pues tal parece que una porción importante de electores también vota movido por las más variopintas razones, sin analizar detenidamente el sentido de su voto; como dicen Earl Raab y Seymour Martin Lipset: “Cuanto menos refinado y más inseguro en el aspecto económico sea un grupo, más probable será que sus miembros acepten la ideología o el programa más simplista que se les ofrezca” (La política de la sinrazón,1981).

No quisiera pensar que el nuestro es un país en decadencia, envejecido prematuramente, como el de la sentencia del profesor argentino José Ingenieros: “Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes solo necesitan saber a dónde van”.

La democracia por sí sola no es suficiente, es necesario acompañarla de inteligencia, análisis y compromiso y, sobre todo, de una importante inversión en educación y de investigación en ciencia y tecnología, ¿podrán las nuevas generaciones hacerse cargo de tal empresa?“No hay manera de conocer definitivamente el futuro, pero con las herramientas adecuadas, cualquiera puede ver las posibilidades que están en el horizonte”, dice Amy Webb, fundadora de The Future Today Institute.

Prefiero pensar que no es tarde aún para decidir un futuro de paz, prosperidad y justicia, que podremos arribar a la primavera de la esperanza y no al invierno de la desesperación.


(ESTE ARTÍCULO, CON ALGUNAS MODIFICACIONES, ES PARTE DE UN TRABAJO MÁS EXTENSO PUBLICADO EN LA REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO EN NOVIEMBRE DE 2018 CON EL TÍTULO “MÉXICO 1968–2068. ¿HAY LUGAR PARA UNA UTOPÍA?”).


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Rogelio Villarreal
  • Rogelio Villarreal
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