La presencia histórica de la guitarra en Jalisco se vio ennoblecida por la fraternidad de nueve guitarristas, algunos ya fallecidos –fundadores de la Sociedad Amigos de la Guitarra (1967)-.
El proyecto del CD Amigos de la Guitarra integra a Heriberto Lazcano de la Serna (+), Guillermo Ramírez Godoy, Guillermo Díaz Martín del Campo (+), Enrique Flórez, Fernando Corona Flores, Fernando Martínez Peralta (+), José Luis de Labra (+) y Sergio Guerreo.
Guillermo Ramírez Godoy es el principal arquitecto de este archivo, que me develó el maestro Enrique Flórez entre la llovizna y el café: “Hay grabaciones interesantísimas desde el punto de vista histórico, como la de Heriberto Lazcano, a quien Agustín Barrios Mangoré dedicó La canción de la hilandera”.
He disfrutado gratamente las sonoridades de cada uno de estos históricos de la música: José Luis de Labra con sus giros flamencos, Enrique Flórez y su natural virtuosismo reconocido a nivel internacional, Guillermo Díaz y sus interpretaciones que lo llevaron a ser un referente de la guitarra en Jalisco, Guillermo Ramírez Godoy, hermeneuta de la música, Heriberto Lazcano –el decano de los guitarristas, nos muestra en una grabación de 1968, los primeros pasos de este instrumento tan singular en Jalisco- y Sergio Guerrero, el más joven de este proyecto.
En especial gocé con el revival de mis maestros: Miguel Villaseñor, Fernando Corona Flores y Fernando Martínez Peralta.
Volver a escuchar los oleajes sonoros –así los describía él- de los rasgueos de Fernando Corona en Volver a Empezar y Noche y Día de Cole Porter, la memorable pieza de Ari Barroso, Aquarela do Brasil, en la interpretación de Miguel Villaseñor y los Soleares y las Seguirillas de Fernando Martínez Peralta, me hizo recordar:
Era una tarde de lluvia, una tarde fría de los ochentas. Yo era un zagal y en un salón de clases de la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara, Fernando Martínez ejecutaba la guitarra para un atento Miguel Villaseñor. Pensé que importunaba, pero para mi sorpresa, los dos maestros, al unísono, exclamaron: “¡Pásate…. pásate!”
Durante varias horas escuché las inolvidables interpretaciones de Fernando Martínez. Aproveché el silencio entre piezas para decirle con honestidad al maestro: “¡Qué bien se oye!”, a lo que él me respondió con su acostumbrado humor: “Sí, ¿Verdad?”.
Debo reconocer la labor acuciosa de Guillermo Ramírez Godoy por la realización de este CD. El producto final, apoyado por el Seminario de Cultura Mexicana, corresponsalía Guadalajara, es un importante documento sonoro y visual –las fotografías de El Arte también juegan un papel crucial en el material histórico-. La música es su único fundamento.
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