En nuestras efemérides hay fechas en que coinciden varios eventos de nuestra historia; así sucede con el 21 de mayo; en un día como hoy en el año de 1895 nació Lázaro Cárdenas, una de las figuras más destacadas del México moderno; pero igualmente un día como hoy pero de 1911 se firmaron los Tratados de Ciudad Juárez, donde se especificó la renuncia de Diaz acontecida cinco días más tarde; no obstante el día 21 de mayo de 1920 fue cuando aconteció el más significativo de los hechos: el asesinato de nuestro paisano,
Venustiano Carranza tras el golpe de estado perpetrado por los sonorenses y seguidores de Álvaro Obregón.
A la muerte de Carranza, siguieron casi dos décadas de negación de los ideales mismos del constitucionalismo; con la resistencia de mujeres y hombres que mantuvieron la presencia histórica de Carranza y su pensamiento; combatiendo la tendencia de aniquilar su acción revolucionaria.
El día 24 de mayo de 1920 fue sepultado Venustiano Carranza; no hubo comisión del Congreso en los funerales, tampoco expresión oficial de duelo; ni siquiera hubo suspensión parlamentaria.
Esa tarde el Congreso designó a De la Huerta presidente provisional, sin que se pronunciaran palabras de condolencia, ni se enlutó la tribuna del parlamento.
Venustiano Carranza permanecería 22 años en una modesta tumba del panteón de Dolores, hasta que el General Manuel Ávila Camacho, ordenara que sus restos fueran trasladados a una de las criptas del Monumento a la Revolución.
El capitán Octavio F. Amador S. publicó ese pasaje en el Diario El Universal en seis entregas continuas a partir del 22 de mayo de 1921, es la primera constancia explícita sobre el éxodo constitucionalista y la trágica noche del 21 de mayo de 1920, hasta el sepelio del Presidente.
Cierto, que tanto Breceda como Aguirre Berlanga habían escrito sobre la importancia histórica de Carranza; el primero publicó su obra en 1918; no podría incluir el desenlace de la vida de Carranza; Breceda, publicó la suya en 1920, pero no consideró la etapa final del constitucionalismo y la obra de Luis Cabrera publicada también en 1920, toca el episodio tangencialmente, quizá porque después de la muerte del presidente Carranza, se desató una política de persecución contra los carrancistas y haya considerado Cabrera inoportuno ahondar sobre un tema tan espinoso.