Redes sociales van y redes sociales vienen, mi última favorita fue PureVolume y luego LastFm, las dos te recomendaban bandas según tus preferencias y la segunda generaba una base de datos sónica y melómana no orientada en envolverte como regalo para las marcas.
Como disfruté saber las horas que escuché a Connor Oberst y lo poco que aguanté a los Babasónicos.
Pero de repente todo pasó: Trump, el MeToo, la democratización del meme, AMLO, Las Perdidas, Virginie Despentes, el botón de Me Importa en Facebook, esa película de Cronenberg y la muerte del buen gusto que encarna Alekz Syntek.
De qué me sirve saber que escucho más a Cass McCombs los lunes por la mañana y los jueves por la noche, de mucho.
Y luego como que llegó TikTok y ya nadie quiere asomarse en Facebook, pero esta red social es como el premio donde abres la puerta del supermercado y tienes 10 minutos para tomar todo lo que quieras, sólo que los productos son nuestras filias y fobias.
O peor aún, como dice Hunter S. Thompson sobre el éter en ‘Terror y Asco en las Vegas’: “No hay nada en el mundo más indefenso, irresponsable y depravado que un hombre en las profundidades de una borrachera de éter”.
TikTok es un hoyo negro, apenas lo abres y te consume la noche. Mi algoritmo me muestra una infinidad de mujeres similares que susurran mezcolanzas sobre dragones y salud mental, personas que bailan funk y hombres de mediana edad jugando emuladores de consolas de segunda generación.
Hace años tuve una crisis y la gestioné logrando las 120 estrellas de Super Mario 64, apenas se cumplió el reto, contacté a Yoshi y desperté como un hombre nuevo, pero este usuario abre un en vivo diario para hacer la misma hazaña en menos de dos horas.
Un movimiento simple de dedo y cambias de contenido, ente, conductor, cosmogonía y vertiente filosófica. El espionaje chino es sólo uno de los ángulos conductuales a estudiar, nunca había visto una red social tan absorbente, demandante y eterna, nunca está en paz y se repite en ciclos infinitos de controversia, tragedia y comedia.
El mame es un círculo plano.
A veces todo me recuerda a la canción de Bright Eyes donde se pregunta “¿Dónde está el chico con los químicos?”, pero el tipo nunca llega y el amor se reemplaza por rushes de endorfinas empaquetadas en cortos videos: “¿Dónde está el chico de los aros de luz?”
Cada quien habita la red social de forma distinta, nunca vi los retos de clonazepam o ese otro reto que te pide desaparecer, pero sí uno donde una rubia finge encontrarse consigo misma en la oscuridad una y otra vez.
Tal vez yo estoy mal y deba volver al Super Mario 64, o no y en algún momento de este embrollo llamado vida me sirva de algo saber que pasé 7 horas viendo como una silenciosa mujer italiana pone cristales y cambia carcasas de celulares sin ningún error para luego decir adiós así ¯\_(ツ)_/¯.