Política

La renuncia

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Lo que me sorprendió de la renuncia de Alfonso Romo a su puesto como jefe del gabinete no fue que se hubiera dado, sino que tardara tanto; de entrada, porque nunca ejerció el título del puesto, quizá por los constantes cambios de secretarios, quizá porque en la T4 cada quien chifla su propia tonada, con Relaciones Exteriores gestionando vacunas, un agrónomo a cargo de Pemex y próximamente una licenciada en lengua inglesa manejando la economía del país.

La encomienda terminó siendo servir de enlace entre la gente que hace dinero y un gobierno que le es abiertamente hostil. Romo, aunque no es precisamente bien visto por la comunidad empresarial del país, en particular por la de Monterrey, donde empezó su carrera al amparo del capital de su suegro —con quien después se enemistaría al quererse pasar de lanza con las utilidades de la reventa de su compañía Seminis a Fox Paine, y luego a Monsanto, en 2003-2004—, era sin duda el personaje mejor posicionado para acercarlos a López Obrador. Lástima que ese niño también naciera muerto: a pocos meses de tomar el poder, el Presidente canceló el nuevo aeropuerto en Texcoco por medio de una encuesta patito, tumbándole los dientes a las categóricas afirmaciones de su permanencia dadas por Romo una y otra vez durante la campaña a los inversionistas mexicanos y extranjeros, preocupados éstos por la falta de estabilidad y credibilidad de López Obrador. Desde entonces Romo se alejó poco a poco cada vez más no solo del ojo público, sino de Los Pinos. Los constantes descontones en los hechos a las seguridades que a lo largo de estos dos años siguió intentando darle a sus cada vez más reducidos interlocutores hicieron punta en 2019, con la cancelación de las licitaciones para buscarle socios a Pemex, y esta pasada primavera luego de la cancelación de la planta de Constellation Brands cuando ya llevaba casi un 80 por ciento terminada.

No puedo saber las razones de Alfonso Romo para unirse y luego separarse del proyecto de López Obrador ni qué esté pasando por su cabeza ahora. Lo que puedo asegurar es que no puede decirse engañado: leí con asombro hace unos días un editorial de María Elena Pérez Jaén, antes comisionada del IFAI, hoy INAI, donde narra una conversación que tuvo en 2014, a invitación de Romo, y mi asombro fue que yo tuve, también por invitación pero cerca de tres años antes, un encuentro que parece calcado del que describe ella: ante mi escepticismo, Poncho me quiso convencer de las bondades del proyecto de AMLO, glosando la misma austeridad bucólica de la vida doméstica de Andrés y Beatriz y asegurándome que él no había encontrado bases para las claras señas de corrupción, autoritarismo e ineptitud que muchos veíamos rodeaban al entonces eterno candidato opositor.

No llegamos a nada, pero el encuentro fue amable y respetuoso. Me despedí no sin antes decirle que ojalá no fuera a acabar como mero adorno de aparador de un López Obrador conocido por no soltarle a nadie ni un ápice de poder real, usando y luego tirando hasta a sus más leales a su entera conveniencia.

Ustedes dirán.

@robertayque

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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Notivox (Notivox Monterrey y Notivox Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Notivox Diario con su columna Artículo mortis
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