Política

De Matamoros para el mundo

Matamoros es la cuna y casa madre del Cártel del Golfo, uno de los más viejos del país, muy anterior al mítico de Sinaloa. Las recientes guerras intestinas le han dado al sitio el nivel 4 de alerta de la cancillería estadunidense: abstenerse de viajar. Con Osiel Cárdenas, el padre de los Zetas conocido como “el mata amigos”, la violencia se volvió el sello de la casa luego de la caída de la dinastía García Ábrego. La guerra entre sus descendientes y sicarios, que tienen décadas peleando el control de la frontera norte, desembocó en que cuatro gringos despistados, que cruzaron el viernes pasado a Matamoros para comprar medicinas baratas y sin receta, fueran detenidos a punta de disparos de metralleta y subidos a una pick-up. Algunos caminando, otros no tanto. Desde entonces no se sabe de ellos. Tampoco se sabe por qué los levantaron, pero no importa: pudo ser porque los confundieron con uno u otro enemigo, porque al capito en jefe no le gustó la cara de alguno o porque pensaron que les podían sacar una lana.

No es la primera vez que ciudadanos norteamericanos son violentados al sur de la frontera. Pero nunca antes habíamos padecido una retórica tan xenófoba y antimexicana como la derramada por Trump —el amigo de López— y por su partido Republicano: durante su presidencia el agente naranja fue disuadido por su staff de enviar aviones a bombardear narcolaboratorios en territorio mexicano. Hoy su ex fiscal general, William Barr —el mismo que orquestó la liberación de Cienfuegos—, renueva su petición de que los cárteles mexicanos sean declarados organizaciones terroristas, basándose en que la corrupción oficial en México vuelve imposible su combate, describiendo a López Obrador como “el principal facilitador de los cárteles”.

A esa voz podemos sumarle la de los congresistas republicanos Dan Crenshaw y Michael Waltz, quienes presentaron en diciembre la iniciativa H.J 18 para autorizar legalmente el uso de militares gringos en suelo mexicano y pidiéndole al secretario de Estado Blinken que denomine terroristas a los cárteles de Sinaloa, de Jalisco Nueva Generación, del Golfo, los Zetas, del Noreste, de Juárez, de Tijuana, el de los Beltrán y el de la Familia Michoacana. Y lo mismo hicieron la semana pasada en un artículo el anterior guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos y el ex marino y embajador John Feeley, a quienes nadie puede tildar de fascistas.

Mientras Biden hace un vergonzoso mutis, López Obrador agarra al vuelo la oportunidad de azuzar a sus huestes, siempre arreglándoselas para exculpar a los narcos, aunque la realidad sea que con o sin cambio de nomenclatura, la posibilidad de ver botas gringas en suelo mexicano es punto menos que nula. La declaración es más peligrosa en los hechos para los traficantes al norte de la frontera, al pasar su persecución al fuero militar y con sanciones mucho más duras, pero sin duda tiene la intención secundaria de mandarle tanto a los ciudadanos gringos como al gobierno mexicano un mensaje claro: el tío Sam es el que tiene las pistolas más grandes. Y ahorita las está apuntando hacia México.

Que los aluxes nos agarren confesados. 

Roberta Garza

@robertayque

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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Notivox (Notivox Monterrey y Notivox Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Notivox Diario con su columna Artículo mortis
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