Política

Aplausos, aplausos

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Todos los días, a las 7 de la tarde, en esta ciudad vertical la gente sale a sus balcones y ventanas a aplaudirle a sus enfermeros, médicos, policías, bomberos y a todos aquellos que hacen de la ayuda al prójimo su profesión de vida. Hay que decir que los buenos samaritanos son particularmente queridos en Nueva York; desde el 11 de septiembre nadie olvida su respuesta pronta, eficiente y entregada, que han pagado con creces: desde el atentado, cerca de 2 mil trabajadores de ayuda pronta han muerto por cánceres o enfermedades relacionadas con su trabajo ese día, y los días que le siguieron a la tragedia.

Desde que la ciudad se convirtió en el epicentro mundial de la epidemia, los rescatistas han hecho lo propio. Trabajan turnos de 12 horas, cada una de ellas atendiendo sin tregua emergencias relacionadas a la pandemia en hospitales atiborrados y con escasez de equipo. Como los enfermos terminales, por el alto nivel de contagio, no pueden estar acompañados de sus familiares, quienes los cuidan usan sus celulares para transmitirle a los hijos y hermanos detrás de las puertas los últimos momentos de sus deudos. Los que no tienen equipo de protección se enredan al cuerpo bolsas de basura, desinfectando mascarillas que debían ser desechables con luz ultravioleta o gel de alcohol. Nada de eso los detiene: cuando el gobernador le pidió a sus profesionales de la salud retirados que regresaran a ayudar, 65 mil respondieron al llamado, sin importar que, por su edad y por padecer enfermedades como diabetes o hipertensión, estén en el más alto nivel de riesgo de caer contagiados.

Así, todas las noches la gente se desborda aplaudiéndoles, apagando por unos instantes el sonido de las ambulancias que circulan casi en solitario por las calles. También les chiflan, gritan palabras de ánimo, cantan, golpean cacerolas y tocan instrumentos musicales con una furia que, aunque dura apenas un minuto, llena con creces el vacío dejado por un virus que tiene días llevándose a cerca de 800 almas cada 24 horas; el descenso a menos de 700 fallecidos este pasado domingo fue todo un regocijo. En total, la ciudad de Nueva York ha puesto 7 mil de los 10 mil muertos en todo el estado, y una tercera parte de los 23 mil y pico de todo el país.

El tributo, inspirado en exabruptos similares pero efímeros desde otras ciudades del mundo, fue recogido por la agencia de publicidad Karla Otto con la idea de que, a partir del 27 de marzo, cada viernes, a la hora cuando cambia el turno en la mayoría de los hospitales de la ciudad, la gente pudiera externar su gratitud sin romper la cuarentena, solicitada por el gobernador Cuomo desde mediados de marzo. Como los niuyorquinos suelen hacer lo que se les da la gana, la ceremonia pronto pasó a ser diaria, y hoy es posible oírla con las ventanas perfectamente cerradas.

A punto de enfrentar la peor crisis de salud en nuestra historia moderna, no estaría de más que en México las enfermeras y médicos no se vieran forzados a bajarse del transporte público y a ser rociados con cloro mientras tratan de salvar vidas a cambio de un salario mínimo.

@robertayque

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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Notivox (Notivox Monterrey y Notivox Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Notivox Diario con su columna Artículo mortis
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