“Traidores (…) entreguistas, conservadores de derecha y reaccionarios”, así llamó Andrés Manuel López Obrador a las y los legisladores que no apoyen su reforma constitucional en materia eléctrica.
El tono del mandatario continúa elevando su temperatura. No es nuevo que busque diferenciarse del resto del elenco, tampoco que al anclar posturas con firmeza obligue a sus adversarios a definirse. Sin embargo, con el paso del tiempo ha ido dilatando una retórica cada vez más pendenciera.
A juzgar por el discurso pronunciado el martes pasado, el lopezobradorismo continuará peor de endurecido e intolerante.
Es una paradoja que el Presidente quiera reformas graves, pero no esté dispuesto a hacer lo que se necesita para lograrlas.
La reforma constitucional en materia eléctrica no obtendrá los votos porque el Presidente actúa como si tuviera una mayoría parlamentaria que no tiene.
En vez de construir consensos, llama a las y los legisladores a rebelarse frente a las dirigencias de sus respectivos partidos.
El atrevimiento no es menor: López Obrador está decidido a interferir en la vida interna de las fuerzas políticas y ese desafío solo puede ser contraproducente respecto de sus propias iniciativas.
También anunció el mandatario una reforma a la Constitución en materia electoral. Pero de nuevo, el camino de la rijosidad arrojará esta otra iniciativa al precipicio.
El peor momento vendrá cuando oposición y oficialismo tengan que coincidir para nombrar cargos tan importantes como el de las nuevas personas consejeras del INE.
López Obrador está catapultando a sus herederos hacia un futuro muy ingrato. Mientras más intransigente se vuelva su retórica, menos memoria guardará la historia de los atributos del lopezobradorismo, y mayor será la impronta de sus bravuconadas.
No solo se trata de la polarización, sino del puño y la lengua que con frecuente saña hieren y humillan.
La renuncia a la generosidad, o más precisamente, la mezquindad que domina, es el obstáculo principal frente a la pretendida transformación.
Zoom: después del Domingo de Ramos, cuenta el Nuevo Testamento, vinieron días terribles.
Ricardo Raphael
@ricardomraphael