Ordinariamente entendemos el Estado de Derecho como el cumplimiento de las normas que regulan las relaciones jurídicas entre el gobierno y los ciudadanos, y de éstos entre sí.
Pocas veces recapacitamos en que el Estado de Derecho es, primordialmente, la superestructura que crea el régimen político de un Estado, esto es, su forma de gobierno, los derechos humanos y civiles y las modalidades de la propiedad.
La cuarta transformación propuesta y dirigida por López Obrador, es un proyecto político, supuestamente, basado en el combate a la corrupción y a la pobreza, la democracia participativa, el desarrollo humano y la protección del medio ambiente.
Es evidente que para eso no son necesarias las reformas constitucionales practicadas; y que tanto las reformas como la mayoría de las acciones del gobierno de López Obrador son contrarias a sus planteamientos.
Así, pues, debemos entender que el propósito subyacente de la 4ª T, es la mutación radical del actual sistema; y que desconocemos el tipo de régimen que quieren implantar; así cómo, cuándo y a costa de qué pretenden hacerlo.
Esta es la causa real del actual estado de incertidumbre que padecemos.
Existen tres sistemas políticos y socioeconómicos, cada uno con sus variantes: capitalismo; socialismo marxista-leninista; y social democracia.
El socialismo marxista-leninista devino en dictaduras totalitarias y abuso capitalista al neoliberalismo o capitalismo salvaje.
El equilibrio está en la social democracia. Su objetivo es la creación de sociedades justas, igualitarias y prósperas para todos.
Sus bases son la democracia representativa y participativa, la libertad individual, la justicia social, la economía de mercado regulada por el Estado, y el empresariado socialmente responsable.
Para superar la incertidumbre es ineludible que el actual gobierno defina su postura para que los ciudadanos, de manera informada y responsable, podamos manifestar nuestra conformidad o rechazo.