Aquí todos trabajaremos 48 horas semanales hasta nuevo aviso. Los beneficios de trabajar menos horas, dicen unos, son: aumento de la productividad, reducción de la rotación, mayor compromiso y hasta disminución de enfermedades laborales. Bajo esas ventajas no debería haber una discusión. ¿Correcto?
No obstante, faltaron convencidos. Sabemos que los mexicanos somos los que más horas trabajamos y no ganamos tan bien: el promedio es de 42 y hasta 49 horas semanales, según la OCDE, y el ingreso es menor a 500 dólares mensuales.
La realidad laboral en México es más precaria que en Chile, Polonia, Hungría, República Checa, Corea, Portugal, Estonia y Eslovenia. En Estados Unidos se trabajan en promedio 35 horas semanales y el ingreso es de unos 5 mil dólares al mes.
Más allá de las horas laboradas, urge discutir, negociar y analizar las condiciones en las que trabajamos, ingreso, bienestar, productividad, competitividad y hasta salud mental. En México producimos por hora de trabajo 21.6 dólares, cuando la media es de 54.8 dólares, según la OCDE. ¿Cómo competir con el mundo?
Por otro lado, siete de cada 10 empleadores dicen que les cuesta trabajo llenar sus vacantes. Pero, según Manpower, solo 28 por ciento estaría dispuesto a aumentar los salarios, mientras 60 por ciento optaría por ofrecer más flexibilidad. ¿Por qué? La pregunta es seria.
Trabajar menos horas suena genial y sería justo. México, igual que América Latina y el Caribe, “vive una crisis en cámara lenta en materia de inclusión laboral”, señala la Cepal en su Panorama Social de América Latina y el Caribe. Hay que tener trabajo, pero las condiciones son relevantes y, según el organismo de Naciones Unidas, además de medir el tiempo dedicado, se necesita que el trabajo sea productivo, bien remunerado y dé protección social a todos.
“La región sigue sumida en una doble trampa estructural de bajo crecimiento y altos niveles de pobreza y desigualdad. Los países deben transitar desde la inserción laboral a la inclusión laboral, eje del desarrollo social inclusivo. Pero la inclusión laboral requiere un crecimiento económico alto y sostenido. No es posible crear un mejor futuro del trabajo sin crear un mejor futuro de la producción y viceversa”, dijo José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Cepal, en la presentación del estudio.
¿Cuándo discutiremos que una tercera parte de los hogares dependen exclusivamente del empleo informal?, ¿cuándo abordaremos que el decil de ingresos más altos percibe un ingreso equivalente a 21 veces el del decil de menos ingresos?, ¿cuándo hablaremos de la equidad laboral mermada por responsabilidades de cuidados?, ¿cuándo plantearemos la conversación sobre competitividad y productividad?, ¿cuándo pensaremos en habilidades y conocimientos básicos para tener empleos productivos y bien remunerados?