El gran sueño se llama la infancia. Aún lo recuerdo, amanecía despacio, mi padre se rasuraba frente al espejo con un artefacto que si usted ve no sabría para qué pudiera servir. Espuma de jabón en el cuello y los pómulos y un trabajo de precisión El jingle: “para estar bien afeitado debe estar bien preparado con Gillette”. Sé que usted no lo recuerda, pero yo sí.
El niño ve a un gigante que lo lleva a la escuela. En una esquina, jugo de naranja y en la tienda un gansito Marinela, “recuérdame”, decía el anuncio. Un peso en mi bolsillo, una fortuna. “Mucho cuidado en el baño.” “No voy”, contestaba siempre. Y no iba. Mi padre me da un beso tímido en la frente y se iba como se van los gigantes, a grandes pasos apresurados.
En el recreo: chamoy, chicharrones Cazares, y una Chaparrita del Naranjo, “no tienen comparación”. Si alguien te quería despojar, romperse el hocico. Me quitas tu chingada madre y volaban dos o tres cachetadas. Nunca perdí unos Cazares por abuso.
Yo no veía tres en un burro. Sumas, mal; restas, peor. Me vale, saben qué: me vale. Ciencias Naturales, mal. Gay: ¿es usted tonto? Sí. Quería ser tonto. Ah, pero Eustolia necia con que no era tonto. Qué monserga.
Me toca llevar a mi hijo a la escuela. Un niño que avanza al cuarto año de primaria. Pienso en Eustolia. Mi hijo quiere comprar toda la tienda y yo se la compraría si tuviera tiempo. Bubulubu, Pelón Pelo Rico, toda clase de basuras.
Mi hijo no lleva dinero sino una bolsa con un sándwich por el que nos habríamos matado frente a Eustolia. Mi consejo: “Nadie puede tocarte, no lo olvides”. “Nadie me toca, ni me dejo”, me contesta. Dame un beso, anda. Me lo da grande y fuerte en la boca. Hemos avanzado.
Camino fuera de la escuela. No sé a dónde voy, pierdo el rumbo. ¿Fui feliz en el sueño de la infancia? Sí. La felicidad se abre paso en la oscuridad. Pelón Pelo Rico. Lo voy a probar, algún secreto tendrá para salvarnos de la desdicha. Me preguntan que por qué escribo del pasado. Les digo, no: escribo del futuro.
@RPerezGay
