La moda es el sueño de que nada dura; la tradición, la idea de que perduramos en el tiempo. No sé quién ha escrito que la música es la primera condición para que la memoria sea memoria. Serrat inició su gira de despedida El Vicio de Cantar. Lo veo en entrevistas, lo oigo hablar y me persuado de que se puede envejecer bien. Serrat llega a los 78 años. Viéndolo, recordé que Dedicado a Antonio Machado, poeta, apareció en 1969 y llegó a mi casa en el año de 1970 en una de las maletas que mi padre trajo de España. Serrat se había conseguido un socio inmejorable y compuesto con él una letra, Cantares. A ese texto que hablaba de la despedida de un poeta lo acompañó una música que no dejó de sonar durante más de cincuenta años. Como millones de admiradores, fatigué (gran verbo) ese disco sin pausa y sin vergüenza hasta rayarlo.
Como los grandes momentos de iniciación, Dedicado a Machado fue una puerta abierta hacia otro mundo, en este caso la poesía de Machado y la prosa de Juan de Mairena. Me aprendí de memoria el resto del disco (“A un olmo seco”, “Las moscas”, “Del pasado efímero”, “Llanto y Coplas”, “La Saeta”, “He andado muchos caminos”) con los arreglos y la dirección musical de Ricard Miralles.
Como en una canción de Serrat, aquel año se deslizaba suave entre el Mundial de futbol, el ascenso al poder de Luis Echeverría, el triunfo de Salvador Allende y el establecimiento de un régimen socialista en Chile, el noticiero de la mañana con Zabludovsky, la Secundaria Pública Número 32 donde yo tendría que pasar tres años de mi vida.
No creo serle infiel a la memoria si digo que lo mejor de ese tiempo fue mi disco de Serrat cantando a Machado y la décima edición en Sudamericana de Final del juego, el indestructible libro de cuentos de Julio Cortázar. Desde entonces, no pude despegar de mis gustos a ninguna de esas dos sombras.
Desde hace muchas historias de amor, Serrat se ha incrustado en el imaginario popular, si meten la mano a su repertorio, lo que sale es una gran canción. Serrat pertenece a la letra impresa, derrotó a la moda y siguió el camino de una tradición culta y a la vez popular. Y no me pongan “Mi Niñez” porque hago el numerazo, con lágrima y todo.
Rafael Pérez Gay@RPerezGay